Libros: ¨Lejos del corazón¨ -Lorenzo Silva-
El 24 de mayo salía a la venta la última novela de la serie Bevilacqua y Chamorro, dos investigadores de la Guardia Civil. Los anteriores fueron:
El lejano país de los estanques (1998)
El alquimista impaciente (2000)
La niebla y la doncella (2002)
La reina sin espejo (2005)
La estrategia del agua (2010)
La marca del meridiano (2012)
Los cuerpos extraños (2014)
Donde los escorpiones (2016)
Es un autor que me encanta, así que tenía apuntado ese día en la agenda para comprar el libro en Amazon y empezar a leerlo inmediatamente. Esta es la sinopsis:
¨Un joven de veinticinco años, con antecedentes por delitos informáticos, desaparece en la zona del Campo de Gibraltar. Hay testigos que aseguran haber visto cómo un grupo de hombres lo abordaban en plena calle y lo metían a la fuerza en un coche. Poco después de su desaparición, se reclama por él un abultado rescate en efectivo, que los suyos abonan sin rechistar. Desde entonces, no se vuelve a saber de él, lo que hace pensar que han acabado con su vida.
Tres días después de la desaparición, el subteniente Bevilacqua y la sargento Chamorro reciben el encargo de tratar de esclarecer lo ocurrido. Viajan para ello al Estrecho, donde se encuentran con un microcosmos en el que las leyes son relativas, el dinero negro corre a raudales y su blanqueo es una necesidad cotidiana. Un lugar lejos del corazón de todo donde nada es de nadie y todo puede tomarse, donde nadie mira y nadie ve, y donde, en fin, cualquier cosa es posible¨.
Una vez más genial, muy entretenida la lectura, y con muchas referencias filosóficas.
Aquí os dejo con algunos extractos que he ido marcando...
¨Supuse que necesitaba formarse la convicción absoluta de que no iba a hacer el ridículo con el coronel, un tipo que, lo sabía por experiencia, hacía pocas preguntas, pero tenía la habilidad de formularte justo la que te sabías peor¨.
¨... Pero sí, tienes razón, yo a veces me miro y no me reconozco. Y cuando ya se me caen los pelos del sombrajo es cuando hay una formación y me toca ir con sable. Aunque a partir de cierto momento la vida es esto, todo el rato: enfrentarte con versiones de ti mismo que nunca previste y que no sabes cómo coño explicarle al chaval que sigue ahí, escondido en alguna parte¨.
¨Volvió a dedicarme esa mirada, como de Catwoman melancólica. Me alegré de ser consciente de dónde estaba mi sitio: como husmeador de maldades por cuenta del contribuyente y como subproducto del siglo anterior, sin otro horizonte que no resultar demasiado ridículo en este que cada vez me resultaba menos familiar e inteligible.
-No soy de cortarme -declaró-. Puedo contarlo sin problemas delante de ustedes. Y se lo puedo contar con un solo detalle. A veces los detalles son los que lo dicen todo, y no hay que decir más.
A veces no: siempre, según mi admirado Stendhal. Pero acepté que ella no lo hubiera leído, y que seguramente tampoco lo necesitaba¨.
¨No se arrugó por el desafío.
-Sin problema. Y si tienen dudas, se lo explico en persona.
La observé, admirado. En la vida y en el trabajo se necesitan personas así, capaces de sonreírle a cualquier contrariedad. Sobre todo, los que no somos como ellos y tendemos a mirar con ojo aprensivo las consecuencias de cualquiera de nuestros actos. Entre la gente como Salgado se reclutaban las estrellas y los estrellados, los héroes y los que se quedaban estúpidamente por el camino. Podía tratar de tenerle compasión, o de reprocharle algo, pero en el fondo se lo envidiaba¨.
¨-¿Cómo te llevas con la Fiscalía? -le pregunté a Álamo.
-Va por rachas. Ahora, así así. Hay una tía que es una siesa.
-¿Te acuerdas de cuando íbamos a ligar en Guipúzcoa? -le dije.
-Eso es un oximoro, o como coño se diga.
-Oximorón -le corregí-. Te toca marcarte otro.
Le guiñé el ojo. Por cómo me miró, aquello no me lo iba a perdonar¨.
¨Recordé algo, desde un rincón muy lejano de mi memoria.
-«No es mejor que sucedan a los hombres cuantas cosas quieren.»
-Eso lo dirás tú -se opuso Salgado-. ¿Y a las mujeres?
-No lo digo yo -la corregí. Lo dijo Heráclito de Éfeso. Otro hijo del Mediterráneo, de hace dos mil quinientos años. Tendrás que disculparle. Entonces andaban un poco flojos en lo del lenguaje inclusivo. De hecho, a las mujeres ni siquiera les daban derecho a votar.
-Ah, qué bellos tiempos -se burló.
Chacón nos miró con extrañeza.
-¿Todas las conversaciones que os echáis tienen este nivel?
-Cosas del subteniente -explicó Chamorro, con retranca-. Es un intelectual desaprovechado, por culpa de la empresa.
-Al revés, Virgi -objeté-, aquí me he salvado de echarme a perder en brazos de la razón pura, gracias a las bondades de la razón práctica¨.
¨-Verá, Rubén, ¿me permite que le llame Rubén?
-Adelante.
-Usted y yo somos personas ya con un cierto recorrido. No sólo por la edad, sino por todo lo que hemos tenido que ver, todo lo que hemos tenido que aceptar; incluso lo que hemos tenido que olvidar. Se lo noté tan pronto como le vi. Por eso me permito hablarle con una franqueza que puedo asegurarle no tendría con otro¨.
¨Pensé que veinte, incluso sólo diez años atrás me habría dado algún pudor jugar aquella carta de ventaja. Pensé, también, que diez años atrás no contaba con ella, y que la vida, en compensación por todo lo que te va quitando, desde la inocencia hasta el vigor de la juventud, te facilita no sólo otras herramientas sino el aplomo para usarlas, y para hacerlo además de un modo que no resulte demasiado infame¨.
¨-¿Cuál es el contratiempo? Si puedo preguntar.
Dejé que la mirada se me perdiera al fondo, donde las luces y las grúas y los barcos, aquel vasto espacio de paso para mercancías legales e ilegales, donde nada ni nadie tenía ni tendría nunca su hogar.
-Sí, por qué no. Puertas que chirrían en la casa. Por no ponerles aceite en las bisagras, supongo. Uno siempre es responsable de lo que no funciona en la casa donde vive, sobre todo si la ha elegido.
-¿Y sin metáforas?¨.
¨-Los principios son importantes. ¿Quién me dijiste que lo decía?
Hice memoria. Tenía la cabeza un poco espesa.
-Lawrence, Thomas Edward Lawrence. Para ser más exactos, decía que los principios eran lo que más le gustaba. Que luego todo tendía a perder color y a dejar de apasionarle y hasta de interesarle.
-Es otra idea, entonces. Quiero decir que los principios marcan lo que luego van a ser las cosas, y es imposible escapar de ellos.
-Ah, perdona, me confundí de cita -me percaté entonces-. «El principio es más de la mitada del todo.» Eso es de Aristóteles¨.
¨-Pero.
-No me veo yendo a vivir con ella, poniéndole mi mundo a los pies, construyendo mis días alrededor de ella. Ni de ella ni de nadie. De más joven pude hacerlo; a lo mejor lo hice, o a lo mejor me engaña la memoria y eso no he podido hacerlo nunca. Pero ahora no puedo, no me sale; hay algo que me llama a estar solo, o si acaso con quien sepa aceptar la soledad como yo la acepto y la he aprendido¨.
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