Luanda, 25 de agosto de 2018 Explotando la burbuja
VIDEO (1´37¨) – BAUTIZO + REZOS
Llegué a Luanda el 30 de julio, con lo que voy a hacer 4 semanitas por aquí.
El título de esta entrada es ¨explotando la burbuja¨, porque es la sensación que tengo de estas 4 semanas, de haber vivido en una burbuja. De casa al curro, del curro a casa, visitando lugares al lado del barrio utilizando los coches del colegio.
El transporte público en Luanda no es fácil:
hay motos que te pueden llevar de pasajero, pero todavía no me he aventurado.
Hay ¨candongueiros¨, furgonetas azules y blancas que funcionan como autobuses.
Debe haber taxis, pero no son baratos.
Las empresas extranjeras y nuestra escuela en la misma línea ofrece un servicio de transporte para los empleados, y es muy conveniente. Tenemos en el colegio una aplicación que te descargas en el móvil -o llamas por teléfono- y las 24 horas del día hay dos furgonetas recogiendo y dejando a profes en centros comerciales para hacer compras, ir al cine o lo que sea. Si quieres salirte del barrio puedes reservar un coche o furgoneta con conductor, incluso para ir a otras ciudades. Es lo que hacen los surfers de la escuela y peña que se va a hacer mountain bike por ahí. Por ejemplo yo he reservado uno de estos coches para ir a una prueba de montain bike el próximo domingo 2 de septiembre, a unos 65 kilómetros de Luanda. Es gratis, y montándolo con un poco de tiempo fácil.
Está muy bien, la escuela se lo ha currado para que tengamos oportunidad de hacer lo que queramos y de forma segura, pero no puedo evitar esa sensación de dependencia. Los últimos diez años, tanto en China como en Indonesia, me he movido siempre de forma muy independiente, tanto en cuanto a medio de transporte como de compañía, evitando muchas veces ir en grupo. Aquí esto va de otra manera y no puedo dejar de sentir esa sensación de vivir en una burbuja.
Otro tema es que se oye mucho que Luanda no es una ciudad segura y que hay que tener cuidado de por dónde andas, y en la medida de lo posible evitar ir solo o de noche. Leyendo por aquí y leyendo por allá pareces condenado a depender del transporte de la escuela e ir siempre con gente.
Pero solo hay una manera de saberlo. Y es romper la burbuja y salir ahí fuera a ver lo que hay. Así que hoy he cogido copia del pasaporte, poca pasta, la bici y he salido a explorar diferentes áreas de Luanda. En total unos 37 kilómetros que me han hecho ver la ciudad de otra manera. He vuelto contento por esa sensación de hacer cosas a tu aire y por tus medios.
El primer objetivo era tirar hacia el mar. No estoy lejos de la costa y me apetecía verla. Las playas que se encuentran en línea recta de mi casa hacia el oeste están en barrios bastante humildes, y están llenas de plásticos y basuras. Pedaleando por ahí he visto un par de campos de fútbol en los que se estaban jugando unas pachangas.
He seguido vagando sin rumbo y he llegado a unos chiringuitos bastante locales. Por esos barrios saludaba a la tropa que se me quedaba mirando y respondían el ¨bom dia¨, algunos con una medio sonrisa, la mayoría con caras serias. Sin más, es su costumbre. En Indonesia era la sonrisa perpetua, aquí parece que les cuesta más.
Antes he pasado por casualidad por el Centro de Conferências De Belas, donde se estaba celebrando algún evento político del Movimento Popular de Libertação de Angola (MPLA), partido que lleva en el gobierno desde la independencia de Angola de Portugal en 1975. Gente ataviada con ropas con los colores del partido (rojo y negro como la bandera). Por esa zona están construyendo unas buenas infraestructuras pero todavía hay carreteras sin terminar que no están abiertas. He intentado colarme por una de esas avenidas para tirar para el norte pero el guarda de seguridad no me ha dejado pasar.
Tirando entonces al sur he llegado a una playa larga en la que había algunos pescando. Pedaleando por ahí he visto una señal de forma octogonal, como un stop, que decía ¨Zona Perigosa – Dangerous zone¨. Lo primero que me ha venido a la cabeza, después de leer cosas de Angola, es que era una zona minada, porque sí que hay muchas minas por el país y en ciertas zonas están indicadas. Le he preguntado a un pescador ¨¿por qué pone zona peligrosa, hay minas?¨, y me ha dicho que no, que tiene que ver con el fondo del mar (me imagino que se referiría a las corrientes). En Luanda será difícil que haya minas, están por las zonas rurales.
Más adelante me he parado con otros pescadores y les he preguntado que pescaban. Me han dicho que caracolillos.
Después de pasar esos barrios más humildes he llegado a una zona de la playa muy bien montada, con bicicarril, canchas de baloncesto y algún garito posh en el que echarse una cerveza. Al final había un puerto con yates y son las grandes diferencias que tiene esta ciudad. Apunto uno de los garitos como referencia para volver alguna vez y tener la zona localizada en Google Maps: African Restaurant Por Do Sol.
En la playa había un grupo y estaban bautizando a algunos de ellos, que se metían en la playa vestidos, algunos con ropa elegante. La religión aquí tiene mucha fuerza. En Yakarta me quejaba de la llamada a la oración a todo volumen de las mezquitas, aquí no les van a la zaga cuando la iglesia de al lado de casa mete watios a tope, por si Dios en el cielo anda despistado y no escucha bien.
He llegado a una zona de baobabs, en lo que me ha dicho un paisano que era un campo de golf. No tenía mucha pinta, era de arena roja -como suele ser por aquí-, pero cada uno juega a golf donde quiere. Lo que me ha llamado la atención es que a la sombra de esos baobabs había grupos rezando, cantando, y en uno de ellos un predicador de blanco que parecía poseído. Mucha gente elevaba sus brazos al cielo, poniendo las antenas de Dios. He llegado a una zona donde había tiendas de campaña, y hablando con uno que estaba por allá me ha comentado que ahí va la gente a rezar, y a prepararse espiritualmente para ir a misa. Que muchos vienen el sábado y pasan toda la noche rezando. Muy curioso, se veía a gente a su aire hablando sola (rezando) a voz en grito.
Esa zona está al lado del Condominio Bela Vista, y allá he parado a echar una cerveza. Tenía curiosidad por saber cuánto me iba a costar, al ser este país bastante caro, pero me ha costado unos 75 céntimos de euro. La cerveja aquí es barata (imagino que en según qué sitios).
Vuelta a casa y he pasado por un cartel con la cara de Fidel Castro. Al sacar la foto un tío me ha venido diciendo que había que pagar, que por qué sacaba la foto, blah blah blah. Le he dicho que era cubano y he seguido mi ruta. Con la cámara tenía mucho cuidado de no sacarla en sitios que no daban muy buena espina, pero en ese, con gente pasando de aquí para allá, me he permitido el lujo.
El plano de la ciudad en Google Maps me llamaba la atención, porque la ciudad parece que está muy bien organizada, con calles rectas en forma de cuadrícula. Me he ido metiendo por ellas y lo que no te dice Google Maps es el Cristo que te puedes encontrar. Por una había mercado con un atasco monumental. He estado parado con la bici un buen rato, intentando salir del jaleo. Una mujer me ha echado la bulla: ¨aquí no se puede venir con bici¨. Carayo dona, échale la bulla a los coches que son los que están montando el follón.
Otra cosa que no dice Google Maps es que muchas de las calles están sin asfaltar, con tierra y arena fina de playa (aunque ya estaba lejos de la playa). Vamos, que con un Seat Ibiza lo tendrías difícil para pasar por muchas calles, hay que tirar de 4X4. Y con la bici a veces me quedaba clavado. Para que os hagáis una idea, mirad los dos puentes que he tenido que pasar con la bici, por esos barrios.
Vuelta a casa con una sensación muy gratificante de haber roto la burbuja, de por fin haber podido salir a explorar un poco a mi aire. Poco a poco ya iremos conociendo más la ciudad.
La escuela tiene también coches que puedes reservar y llevártelos tú solo. Pero para ello tienes que tener el carné de conducir angoleño, y para sacártelo tienes que tener unos papeles que a los nuevos nos están gestionando, pero que es muy probable que no nos los den hasta octubre. Con eso vendrán nuevas posibilidades, como, quién sabe, pillarse una motillo. Ya lo iremos viendo...
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