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Basurde Xiao Long

Viaje a São Tomé (7-12 octubre 2019).

Viaje a São Tomé (7-12 octubre 2019).

477 fotos aquí.

 

El destino para estas vacaciones de octubre ha sido São Tomé y Príncipe. Ese es el nombre del país que corresponde con dos de sus principales islas, aunque tiene más, como la isla de Rolas de la que hablaré más adelante. El aeropuerto internacional se encuentra en São Tomé, que es la isla más grande y junto a Ilhéu das Rolas las únicas que visité.

 

En su día fue colonia portuguesa, independizada como muchas otras en 1975. La conexión desde Luanda es muy fácil, un vuelo directo de dos horas de duración. El mismo avión continúa luego a otra ex colonia portuguesa, Cabo Verde, pero de São Tomé a Cabo Verde hay cinco horas más de avión.

 

Este fue mi plan de vuelo, con TAAG, que es la aerolínea angoleña:

 

Domingo, 6 de octubre de 2019 – DT0502 Luanda (22:50) – São Tomé (23:50)

Sábado 12 de octubre de 2019 – DT0503 São Tomé (13:30) – Luanda (16:20)

 

Entre Luanda y São Tomé hay una hora de diferencia.

 

DÍA 0 – DOMINGO 6 DE OCTUBRE

 

Iba a viajar solo y la verdad es que no había hecho muchos preparativos antes. De hecho fue solo el sábado –día anterior a viajar- cuando me puse a mirar cosillas. Antes solo me había preocupado de mirar si necesitaba visado y no me hacía falta, así que era llegar y empezar a rular.

 

Mirando cosillas el sábado vi que en São Tomé no hay cajeros donde sirvan las tarjetas internacionales y conviene llevar en efectivo la pasta que te quieras gastar. Que la moneda local es la dobra, pero tiene paridad con el euro: 1 euro = 24,5 dobras, aunque luego en hoteles y demás suelen hacer las conversiones a 1 euro = 25 dobras. El país es seguro, así que no hay que preocuparse demasiado por llevar pasta encima.

 

Una amiga mía de Zambia viajaba en vacaciones a Portugal, su primera vez en Europa. Para hacerle la llegada más fácil le presté los 95 euros en efectivo que tenía así que leyendo que el país funcionaba con euros o dobras me di cuenta de que yo no tenía ninguno porque unos días antes los había prestado. Uppps. Bueno, tampoco era mucho problema. Reservar el transfer del aeropuerto al hotel on-line y listo. El hotel que reservé para mi llegada –ese día anterior- fue Sweet Guest House y por 7€ más te recogían. Solucionada la primera noche, especialmente aterrizando a media noche.

 

DÍA 1 – LUNES 7 DE OCTUBRE

 

Desayuno en el hotel y por delante tenía unos cuantos temas de logística que resolver antes de ponerme en marcha:

1.- Cambiar dinero.

2.- Hacerme con una tarjeta SIM local.

3.- Reservar vehículo.

 

Pregunté cómo cambiar dólares en el hotel. El recepcionista muy majo me dijo que ellos podrían hacerlo, mirando la tasa de cambio actualizada del Banco Central de São Tomé y Principe en esta página Web: http://www.bcstp.st/Cambio . Había leído que el cambio en la calle era mejor que en el banco y que era legal, así que le pregunté a ver si en la calle podría conseguir una tasa mejor. Me dijo que probablemente y me indicó en un mapa donde ir, a los alrededores de Xico´s Café. Así fue, fui allí, fácil encontrar a los cambistas, fue un cambio mejor y una operación que transcurrió sin ninguna complicación.

 

Para comprar una tarjeta telefónica local me dirigí a CST, la compañía de telecomunicaciónes de São Tomé (Avenida da Independência). Vamos, como a una oficina de Movistar o Vodafone. Allá me atendieron muy bien, me explicaron los planes de datos que tenían y listo.

 

Reserva de vehículo. Me apetecía moverme a mi aire, sin tener que depender del transporte público y poder acceder a donde quisiera. Alquilar un coche eran 40 euros por día (Suzuki Jimmy) pero a mí lo que me apetecía era rular en moto. Buscando en Internet no había visto nada, en los foros de Lonely Planet habían puesto la pregunta de si era posible alquilar motos pero nadie había respondido. Pero sí que vi una Web donde parecía que alquilaban, São Ferias. Pregunté en la recepción sobre el tema y me dijeron que alquilar coche era fácil, que ellos tenían un convenio con una de las agencias, pero que no sabían nada de alquiler de motos, que pensaban que no era posible. Les enseñé la Web y el recepcionista muy eficiente dijo ¨no te preocupes, les llamo¨. Llamó a la agencia São Ferias y le confirmaron que podía alquilar moto. Me preguntaron cuando me iba a pasar a recogerla, les dije dos horas más tarde y respondieron que la tendrían preparada. Así que tema solucionado.

 

Hechas las gestiones anteriores me pasé por la agencia. Me tomaron los datos, firmamos un contrato y alquilé una Suzuki Hayate 115cc para los siguientes 4 días, hasta el viernes. Es una moto con marchas, motos automáticas no vi por allá.

 

¡Empezaba la ruta! La ciudad de São Tomé la quería dejar para el último día, las ciudades no son mi preferencia. Así que me dirigí al sur por la costa este. No tenía alojamiento para esa noche así que me fui a Ondas Divinas, un hotel en el que habían estado unos colegas y me habían recomendado, a unos 13 kilómetros de la ciudad. Estuve echando un vistazo y estaba guapo, con cabañas independientes a pie de un acantalidado. Pero no era lo que estaba buscando, ni por precio ni por comodidad. Estando a mi aire buscaba algo más sencillito.

 

Seguí más al sur y paré en un resort –Club Santana- solo para echar un vistazo, y más tarde paré en Roça Santo António Ecolodge Hotel. Miré los precios, me tomé una Coca Cola en el bar con vistas a la piscina y seguí mi ruta al sur, esta vez hasta Boca do Inferno.

 

Boca do Inferno lo traía apuntado de un blog en español que es una maravilla para descubrir São Tomé, es el siguiente:

https://www.elrincondesele.com/guia-que-ver-viaje-santo-tome-y-principe/

 

Ese blog describe Boca do Inferno de la siguiente manera:

 

¨A 10 km de la localidad de Santana, muy poco después de Praia Izé, se halla un lugar que si estuviera en otro país sería el súmmum. ¿A quién no le suena la Calzada del gigante en Irlanda del Norte? Pues en Santo Tomé y Príncipe pueden presumir de la suya, aunque en versión tropical. El origen es el mismo, el de la lava enfriada rápidamente en el agua creando columnas de basalto de forma hexagonal. Pero el escenario es completamente diferente. En vez de colinas casi esteparias y una niebla casi perenne le acompañan las palmeras propias de un país tropical.

 

Para más inri esta catedral de basalto cuenta con un corredor rocoso por el que se mete el agua convirtiendo el oleaje en una auténtica estampida de espuma de mar que termina explotando en un agujero. A veces la fuerza del agua es tal que se recomiendan todas las precauciones posibles y observarlo con cierta distancia por pura seguridad. No hay ni señales ni vigilante y ya ha habido más de un susto por confiarse estando el mar muy fuerte. Es muy bello de ver (en las últimas horas de la tarde más aún) pero extremando todas las precauciones¨.

 

Llegando allá empezó a caer la del pulpo. Afortunadamente me había llevado un buen poncho para andar en moto, que cubría bien la mochila. Barajando la posibilidad de alquilar una moto me había traído pocas cosas en una mochila, así que no la tuve ni que facturar en el avión, lo que me llevé a São Tomé cabía en el equipaje de mano. Eso era fundamental para tener libertad de movimiento.

 

En Boca do Inferno había un único puesto de artesanía donde un chaval estaba vendiendo cosas. Le pregunté a ver si conocía de un hotel por allá y me dijo que sí, que muy cerca había uno. Que recogía y me acompañaba –con esa lluvia no esperaría muchos más clientes-. El hotel al que me llevó fue una agradable sorpresa. Se llama Ngê d´ai êê, que se traduce como ¨gente de aquí¨. Lo lleva una chica portuguesa, Célia Martins, y empezó ese proyecto hace año y medio. Ha construído en un lugar precioso, en una aldea local y a escasos minutos de Boca do Inferno, unas cabañas de madera muy bonitas. Le pregunté a ver si tenía espacio para dos noches y se sorprendió de que no tuviera ninguna reserva. Pero se dio la circunstancia de que 4 clientes habían reservado dos cabañas cuando solo necesitaban una que tenía 4 camas o dos de matrimonio, así que me podía dejar la otra que solo tenía una cama. ¡Genial! El precio era de 30 euros por noche. Es un lugar al que sin duda volvería. No lo vi en Hotels.com, la Web en la que iba mirando hoteles, y me dijo Célia que se pueden hacer reservas a través de Airb&b y Booking –que todavía no he usado ninguna de las dos-. Para contactar con ella lo podéis hacer a través de esas Webs, con este correo turismoplanob@gmail.com o en este teléfono: +239 989 9849.

 

Reservé un par de noches. Al día siguiente el plan era bajar hasta Ilhéu das Rolas y volver a subir, y me venía bien un campo base para dejar la mochila.

 

Para cenar hay un buen restaurante local justo en la intersección con la carretera principal y cené un pescado muy rico. Pescado fue la dieta del viaje, todas las noches me metí algún pez buenísimo.

 

No dio el día más de sí. Con el ruido del mar de fondo me fui a dormir.

 

DÍA 2 – MARTES 8 DE OCTUBRE

 

Madrugué porque ese día quería bajar hasta Porto Alegre (a unos 55 kilómetros al sur), visitar desde allá Ilhéu das Rolas y volver a subir. Estamos en zona tropical y amanece y anochece muy pronto: sale el sol sobre las 5:15 a.m., se mete sobre las 5:20 p.m. Así que mejor despertarse temprano. Lo cual no es problema, porque en cuanto se hace de noche no hay mucho más que hacer y uno se acuesta pronto.

 

La carretera hacia el sur una maravilla. Vas pasando pequeños pueblos, pequeñas calas y de vez en cuando te encuentras lo que fue en el pasado alguna hacienda, ahora en estado de abandono. Eso es algo que vi mucho en São Tomé, e imagino que a raiz de la independencia algunas no se pudieron gestionar bien y acabaron cerrando. Lo que es una pena. Viéndolas me recordaban muchas a La Escondida.

 

La carretera en muchos tramos es carretera de puerto, vas subiendo, bajando, curvas… Hizo buen día así que disfruté mucho del paseo en moto. Pasé el Pico Maria Fernandes y me encontré con una de las postales más características de São Tomé, Cão Grande. Así lo explica el blog anterior:

 

¨El Pico Cão Grande, la rareza volcánica más fotogénica de la isla.

 

A partir de Ribeira Peixe hay que permanecer muy atentos porque la presencia del gran icono de la isla de Santo Tomé se deja ver, si las nubes no lo impiden. En el horizonte surge como si nada una chimenea volcánica de más de 600 metros de altura que desafía toda lógica. El Pico Cão Grande (en castellano, el perro grande) es una oda a la verticalidad más arriesgada, un desafío visual difícil de comprender salvo si viajamos al momento de una cruenta erupción de un volcán ahora extinto. La lava solidificada y la erosión hicieron el resto. De ahí el nacimiento de un rascacielos de piedra en mitad de la selva, concretamente en el corazón sureño del Parque Natural Ôbo.

 

Se ha logrado tocar la cima tan sólo en un par de ocasiones. Dicen que la dificultad no sólo la da la peculiar orografía de este curiosa columna volcánica sino también la presencia de serpientes y las lluvias torrenciales propias de un país tropical como es Santo Tomé y Príncipe¨.

 

Al leer esto de la presencia de serpientes y ser difícil hacer cima me vino a la cabeza el proyecto de unos escaladores vitorianos, los hermanos Pou. Sigo sus gestas a través de Facebook y en el periódico y recuerdo que iban a subir una torre natural y que uno de los peligros eran las serpientes. Busqué en internet y efectivamente, se trataba de Cão Grande. Subida que completaron con gran éxito, como podéis leer en este artículo:

 

https://www.redbull.com/es-es/aventura-los-hermanos-pou-escalan-cao-grande

 

¡Son unos auténticos fenómenos, menuda gesta! 

 

La carretera a medida que bajaba hacia el sur se iba poniendo peor, pero yendo despacio tampoco suponía gran problema. Muchos agujeros (me gusta la palabra portuguesa que también utilizan en Angola, ¨buracos¨) y muchas zonas de solo grava.

 

Llegué a Porto Alegre, que es el punto de acceso a Ilhéu das Rolas. Hablando con un chaval me consiguió una barca y nos fuimos a esa isla. ¿Por qué la quería visitar? Porque tiene una curiosidad. Si consideramos el centro de la tierra el punto en el que se unen las dos líneas imaginarias del Ecuador (latitud 0°) y el meridiano de Greenwich (longitud 0°), ese punto caería en el mar. Pero el lugar terrestre más cercano a esa interesección sería la Isla de Rolas, y allá hay un monumento interesante que lo celebra. Está sobre la línea del Ecuador, pero el meridiano de Greenwich queda un poco al oeste. Me dijeron que en la playa la longitud es 0,02°, pero no he encontrado información al respecto que lo confirme.

 

Volví a Porto Alegre y comí algo en Nguembu, un restaurante –y hotel- con excelentes vistas a la playa.

 

De vuelta a Boca do Inferno fui haciendo paradas que no había hecho a la ida, porque no sabía cuánto me iba a llevar el recorrido. Primero paré en Roça São João. La traducción de roça sería hacienda o plantación. Así la describe el blog de referencia:

 

¨En Santo Tomé y Príncipe se han juntado muy buenas ideas para mantener la esencia de las islas, por lo que son no pocas las propuestas de ecoturismo. Con vistas a la Bahía de Santa Cruz y a la villa de São João dos Angolares se encuentra uno de los mejores ejemplos. A Roça São João sólo le queda en su arquitectura y en sus flores la muestra tangible de una vieja plantación colonial. Y es que se ha sometido a una reconversión tal que ahora no sólo ofrece hospedaje en su edificio principal sino además un restaurante con vistas y cocina de autor (con menús a 20€ que constan de infinidad de platos basados en la creatividad con productos saotomenses).

 

Esta roça en altura (lo que permite darle tregua al calor) también es un centro de reunión y exposición de artistas locales (y también de habla portuguesa). Cuenta con un pequeño museo abierto al público y múltiples detalles expuestos en el jardín que demuestra que la tradición no está reñida con expresiones artísticas modernas.

 

En Roça São João es posible contratar clases de cocina, asistir a showcookings así como contratar diversas opciones de senderismo (muchos enfocados al avistamiento de pájaros y especies endémicas de la isla). Su situación estratégica lo convierte en ideal para explorar la zona este de la isla de Santo Tomé (pudiendo también hacer el sur en el día)¨.

 

Un sitio muy bonito para quedarse una noche, con buen acceso a una playa que se ve desde arriba. Me tomé un coffee, di un paseo por la hacienda y el museo y rumbo al norte.

 

Fui parando en algunas playas, en una de ellas me encontré a un grupo que estaban contruyendo una barca tradicional de madera. Estuvimos charlando un ratillo. En la playa había unas barquitas pequeñas, de tres troncos, que me llamaron la atención. Parecían para niños más que para pescadores. Les pregunté a estos hombres para que eran y me dijeron que las utilizaban para sacar cocos de lugares a los que llegaban desde el agua.

 

Más tarde entré en un pueblillo llamado Ribeira Afonso. Ahí estuve hablando con unas mujeres, sacando algunas fotillos a los chavales y viendo la vida local. Una mujer con un niño a la espalda se me acercó y me dijo que le sacara una foto con el niño. Pero claro, con pasta por medio. Le dije que no, que no estaba interesado, y al final después de insistir y yo negarme me dijo: bueno, vale, sácame la foto si quieres, no tienes que pagar nada.

 

Llegué de vuelta a Boca do Inferno y estuve dando una vuelta por la playa contigua, llamada Praia Izé. Cena de pescado otra vez en el restaurante al lado de la carretera y al sobre.

 

DÍA 3 – MIÉRCOLES 9 DE OCTUBRE

 

El plan para ese día era ir a las montañas. Busqué en hotels.com algún alojamiento por la zona de Trindade y encontré un lugar chulo llamado Guest House Quinta Natural. De camino, en Trindade, vi que tenía la rueda de atrás muy baja. Afortunadamente me di cuenta en Trindade, que es una ciudad, y pude encontrar un lugar donde me repararon el pinchazo rápidamente. Le pregunté al mecánico cuánto era la broma y me dijo que 20 dobras, es decir, 80 céntimos de euro. Le dejé una buena propina. Mientras el tío me reparaba la rueda en el taller estuve intentando comunicarme con un mudo. Lo cual tiene su complicación cuando le intentas leer los labios pero habla portugués. Él se iba explicando con señas, yo decía en portugués lo que el chico me estaba intentando comunicar, y así iba avanzando la historia. Por lo que llegué a entender un coche atropelló a unos cuantos. Uno murió, él se quedó sin habla. Es lo que entendí, pero puedo estar completamente equivocado. Mudo de nacimiento no era.

 

De Trindade al hotel me cayó la del pulpo. En octubre empieza la temporada de lluvias en São Tomé y yo creo que el tiempo cogió el principio de temporada como cojo yo el 4 de agosto, primer día de fiestas de Vitoria: ¡a tope! Estuve hablando con el del hotel, leyendo un rato el libro que traía –Los invisibles, de un autor angoleño- y cuando escampó un poco me fui a Monte Café. Esto es lo que dice el blog de referencia sobre Monte Café:

 

¨Esta zona de la isla tiene un buen número de roças o plantaciones en un buen estado de conservación, aunque quizás destaque entre todas la Roça Monte Café. Está situada a 3 km de Batepá y 6 km de Trindade por carretera asfaltada. Y se trata de una de las más antiguas haciendas coloniales que ver en Santo Tomé y Príncipe. Fue fundada en 1858 por Manuel da Costa Pedreira, un empresario relacionado con prácticas esclavistas en Angola, Santo Tomé y Príncipe así como Brasil. Aprovechando la altura de los terrenos, con distintas cotas pero buena parte a 670 metros, convirtió a esta roça en uno de los mayores puntos de producción de café en esta parte del mundo. Aunque también contó con plantaciones de cacao, del que cabe destacar que Santo Tomé y Príncipe fue primer exportador mundial a finales del siglo XIX y principios del XX.

 

Hoy día se produce café y cacao a pequeña escala y la comunidad saotomense está completamente involucrada en el proyecto. Ya muy lejos de los tiempos en que a los trabajadores se les explotaba y se les hacinaba en barracones separados de los blancos (el tal da Costa Pedreira trajo además a gente venida de Macao a trabajar) y en que las roças eran auténticos reinos de taifas donde el dueño no sólo lo era del terreno.

 

Además de poder visitar los edificios históricos de esta roça hay habilitado un pequeño museo del café donde conocer más sobre este producto y la historia de esta finca¨.

 

El museo muy interesante. Pagas tres euros, te sirven un café y luego una chica muy maja me guió a través de todo el proceso. Me encantó la visita y compré una bolsa que ya probaré en Navidades en casita con la familia.

 

Hecha la visita cogí la moto y fui al Jardín Botánico. Llovía, pero aún así empecé la visita al jardín botánico con un guía, pero empezó a jarrear y le dije al guarda ¨macho, lo siento, pero vamos a parar la visita¨. Íbamos con paraguas pero parecía que estuvieran tirando baldes de agua. Y yo andaba preocupado por que se me mojaran pasaporte y documentos que llevaba encima, porque era aquello una ducha a calderadas.  

 

Del Jardín Botánico parten diferentes rutas de trekking, una de ellas al llamado Lagoa Amélia en el interior del parque nacional Ôbo. Son más o menos dos horas al cráter de un antiguo volcán, y hora y media para volver. Tenía en mente hacer ese trekking pero no se daban las condiciones. Con esa lluvia no iba a ser un paseo agradable.

 

La siguiente parada del tour fue la cascada de São Nicolau. El blog de referencia la describe así:

 

¨Si bien el distrito está lleno de cascadas y saltos de agua entre la maleza, muchas de las cuales permiten el baño, una opción interesante si además se va a combinar con la roça de Monte Café o Nova Moca es acudir a São Nicolau. Para llegar a ella hay que olvidarse de la carretera asfaltada y tomar una pista que suele permanecer embarrada todo el año (con un utilitario con la suspensión baja mejor no atreverse e ir caminando). Sus 30 metros de caída conforman la que para muchos es «la mejor ducha al aire libre» del país. Dispone además de unos cómodos escalones para bajar hasta ella y darse un chapuzón.

 

Desde la cascada de São Nicolau si se sube por la carretera (si se desea dejar el coche abajo e ir a pie no lleva más de 15 minutos) se encuentran las ruinas de una antigua plantación donde todavía vive gente. No hay nada en particular pero digamos que es un lugar con alma al que no suele llegar nadie y donde es posible charlar amigablemente con los locales, que salgan los niños a jugar al fútbol contigo o tomar unas fotos fantásticas en un entorno semiabandonado (y extremadamente fotogénico)¨.

 

La cascada muy chula y con las lluvias torrenciales llevaba una fuerza brutal. Tiré con la moto a esa antigua plantación pero no puedo decir que charlé amigablemente con los locales. No vi a nadie, me puse a sacar fotos a un edificio en bastante estado de abandono y de otro salió un hombre a decirme que no podía sacar fotos. Tampoco me apetecía entablar con él una amigable conversación dado el comienzo del encuentro así que sin más pillé la moto y me piré a la Casa Museo Almada Negreiros, en Roça Saudade. Allá tienen montada una exposición de artesanía –con productos a la venta- y libros de este escritor nacido allá. También fue pintor, pero la persona que me enseño el lugar me dijo que ahí no tenían seguridad suficiente para exponer ninguna de sus obras.

 

Vuelta a cenar a Guest House Quinta Natural. En la cena coincidí con un portugués que vivía allá, un tío interesante. Había estado en las fuerzas especiales portuguesas, había vivido en Angola y en bastantes países y ahora estaba en São Tomé trabajando para una empresa de supermercados. Me reí con el tío, tipets que te vas encontrando por ahí.

 

DÍA 4 – JUEVES 10 DE OCTUBRE

 

Para la noche del jueves y el viernes reservé hotel -Residêncial Tamarindos- en Morro Peixe, cerca de Praia dos Tamarindos, a unos 15 kilómetros al oeste de São Tomé. Llegué al hotel, dejé la mochila y me dirigí al sur por la costa oeste, con el objetivo de llegar hasta donde se acabara la carretera, un poco más al sur de Santa Catarina.

 

No es posible rodear toda la isla en moto, no hay una carretera que lo permite. Por la costa este se puede llegar hasta Porto Alegre –de donde se coge la barca a Ilhéu das Rolas-, por la costa oeste hasta Santa Catarina. Esa conexión entre Porto Alegre y Santa Catarina no se puede hacer en vehículo, habría que subir al norte y volver a bajar. Sí que se podría hacer andando y es una de las opciones de senderismo, que llevaría unos dos días.

 

La primera parada yendo hacia el este, a unos 8 kilómetros de Morro Peixe, fue Lagoa Azul. Así lo describe el blog de referencia:

 

¨A poco más de 20 kilómetros desde la capital, se trata de una de las postales más repetidas de Santo Tomé y Príncipe. No sólo destaca por sus aguas, tan azules que deja corto incluso a su nombre, sino también por la rareza de tener baobabs tan cerca de las olas. Quizás estemos acostumbrados a ver estos grandes árboles en zonas áridas e interiores de África y por eso choque tanto. Pero resulta curioso, cuanto menos, poderlos ver junto a un faro o una playa¨.

 

Al aparcar la moto por allá me metí en un terreno pantanoso, un lodazal, y el guardabarros delantero se me llenó de un barro duro que no permitía girar la rueda. Con un palo logré quitar bastante pero bastante se quedó en una zona a la que no podía acceder. Siguiendo con la moto se oía un ruidillo que era el roce de la rueda con ese barro. Cuando encontré un taller en la carretera paré y con unos destornilladores me acabaron de quitar los mazacotes que tenía metidos.

 

Siguiendo la ruta, a unos kilómetros de Lagoa Azul me encontré una camioneta calcinada, al borde de una carretera y que había estado a punto de caer al mar. Le pregunté a una persona que pasaba por allá si llevaba ahí mucho tiempo, ya que al verse quemada parecía llevar ahí una eternidad, pero me dijo que no, que el accidente había sido hacía dos semanas, y que en el accidente se había prendido fuego muriendo el conductor. Uppps, lagarto lagarto.

 

Era la hora de comer –bueno, quizás algo pronto pero tenía hambre- así que paré en Mucumbli a tomar algo. Así lo describe Lonely Planet:

 

¨STP´s finest ecolodge is situated in a cliffside forest overlooking the sea. Nicely designed wooden bungalows offer plenty of space, light and dreamy views for two to four people. But it´s hard to leave the dining area, with its coastal vista, convivial atmosphere and superb food¨.

 

Vamos, buenas vistas desde un acantilado al mar y excelente comida. Miré el menú y vi que tenían pulpo. Desde que vi a un pescador en Nguembu que llevaba pulpos tenía antojo, así que eso es lo que almorcé. Aproveché para charlar desde allá con mi madre por WhatsApp porque era su cumpleaños.

 

Seguí hacia el sur por una carretera que era una maravilla, continuamente con vistas a la playa, al contrario de la costa este en la que vas combinando playa y montaña –que también estaba guay-. Llegué hasta el tunel de Santa Catarina y a partir de ahí pasé un montón de cascadas hasta llegar al pueblo de dicho nombre. Paisajes paradisiacos, de postal.

 

Pasé Santa Catarina, dejé la carretera asfaltada y por otra de piedras me iba adentrando en la jungla, hasta que dije ¨hasta aquí hemos llegado mae¨, y me di la vuelta.

 

En el camino de regreso entré a ver Roça Diogo Vaz, una hacienda que planta cacao y produce chocolate. Pregunté a ver si la podía ver y me llevaron hasta un francés, un chaval de 20 años que me la enseñó y me estuvo explicando cosillas. Aparte de la historia de la hacienda me interesó mucho la vida de este chico. Me contó que había empezado biología en la universidad en Francia pero que lo de estudiar esa carrera no le molaba. Que andaba un poco perdido y que su madre, a través de algún contacto, le dijo a ver si quería irse a trabajar a esta hacienda. Él accedió, llevaba aquí un tiempo y le encantaba. Decía que estaba aprendiendo de huerta, contabilidad, ingeniería, de los procesos de la hacienda… Al tío se le veía motivado y entusiasmado, y transmitía una pasión que me encantó. Se le veía realmente feliz con esa oportunidad y me alegré mucho por él. Subimos a la terraza desde la cual se veían los montes en los que había agarrado la niebla. Pregunté si desde ahí se veía el Pico São Tomé –el punto más alto de la isla con sus 2024 m- y me dijo que sí, que sin niebla se vería. Este joven había llegado a São Tomé sin hablar inglés o portugués y ahora se manejaba bien en esas lenguas, se le veía espabilado. Decía que le gustaba mucho interactuar con la gente del pueblo. Tomé un café y probé el chocolate que me sacó. Vi en la mesa tres tabletas y pregunté si podía comprar algunas, pero me dijo que allá no vendían, que si quería comprar tenía que ir a la tienda que tenían en São Tomé.

 

Me despedí de Roça Diogo Vaz y de mi anfitrión y seguí de turisteo. La siguiente parada fue Padrão dos Descobrimentos o Monumento a los Descubrimientos. Una columna marcaba el supuesto lugar donde los exploradores portugueses pusieron por primera vez los pies en São Tomé, allá por 1470.

 

Vuelta al hotel y con otra cena de pescado terminó la jornada.

 

DÍA 5 – VIERNES 11 DE OCTUBRE

 

Cogí la moto el lunes a las 12 del mediodía para cuatro días, así que tocaba volver a São Tomé a devolverla. Pensé en quedármela un día más y devolverla directamente en el aeropuerto, lo cual era posible, pero también me apetecía moverme en transporte local.

 

Salí de Morro Peixe y me dirigí a una roça cercana llamada Roça Agostinho Neto. Agostinho Neto fue el primer presidente de Angola y recientemente en el libro ¨El último tren a la zona verde¨ leí lo siguiente sobre su bibliografía:

 

¨La gran ironía –por no hablar de farsa- de los derechos humanos en Angola era que uno de los primeros presos de conciencia seleccionados por Amnistía Internacional cuando se fundó, en 1961, había sido el doctor Agostinho Neto, nombrado «preso político del año» porque los portugueses lo habían encarcelado. Después de salir de la prisión, neto llegó a ser el primer presidente de Angola, y pronto fue él quien empezó a encarcelar a sus oponentes, que se convirtieron, a su vez, en presos de conciencia. Entonces Amnistía se encontró con la paradójica situación de tener que pedir justicia para las víctimas del hombre al que con tanto éxito había defendido¨.

 

El que había sido el edificio principal de una de las plantaciones más grandes de la isla se encontraba en un estado ruinoso. Aún así, permitía apreciar lo que aquello tuvo que ser en su época de máximo apogeo, una hacienda maravillosa.

 

Fui bordeando la costa hacia São Tomé y paré a desayunar en Omali, con vistas a la Baia do Ana Chaves. Allá se veían restos de barcos naufragados. Devolví la moto en Saoferias con 380 kilómetros más de los que tenía 4 días antes y me dispuse a patear la ciudad. Primero fue Forte de São Sebastião, la primera fortaleza destinada a la defensa del que fuera enclave portugués y que data de 1575. Vi el estadio nacional –para el domingo se anunciaba partido internacional contra Islas Mauricio-, me metí a echar un vistazo en la biblioteca nacional y me acerqué al cine a ver qué daban. Ahí había un cartel anunciando una peli –Nada a perder I- sobre la vida de Edir Macedo, un filme de corte religioso que se había proyectado el 27 de julio (hacía dos meses y medio) y no tenía pinta de haber habido más movimiento. Me tomé una cerveza en una cafetería cercana, 90 Graus Esplanada Bar, y fue la primera vez que vi la etiqueta de la cerveza en una birra nacional. Cada vez que pedía una cerveza local me traían una botella sin etiqueta, y la chapa tampoco tenía ninguna marca. Así que me fui sabiendo por fin que el nombre de la cerveza local en São Tomé es RosemA. Se bebe también mucha cerveza portuguesa.

 

Pasé por la gasolinera del centro de la ciudad y allá había un buen Cristo montado. La razón es que había escasez de gasolina y era difícil conseguirla. Paseando y sacando fotillos fui haciendo tiempo hasta las 4:40 p.m. que tenía una visita a la Fábrica de chocolate Claudio Corallo. Dice así la guía Lonely Planet:

 

¨Claudio Corallo is both an extraordinary person and a local institution. For over 40 years this native Italian has pursued an overriding passion for coffee and cocoa in Africa, first in Zaire and later in STP, where he has two plantations and a factory in the capital. The results are on display in this fascinating little tour, which takes you not only through the chocolate production process, but through all the thought and experimentation that went into developing the bean¨.

 

Fui a este tour por ir, sin más pretensiones y porque no tenía más que hacer. Pero merece mucho la pena y lo recomiendo a cualquiera que se deje caer por São Tomé. Este Señor Corallo transmite una gran pasión y nos guió en una interesante cata de chocolates, indicándonos que teníamos que buscar en cada una de las diez muestras. Gran experiencia.

 

Volví al centro de la ciudad a coger un taxi colectivo –son furgonetas- que me llevara a Guadalupe, porque ya estaba sin moto. En una de las paradas la gente se echo unas risas porque se despertó una mujer que se había quedado dormida y se había pasado su casa. De Guadalupe a Morro Peixe me cogí una moto taxi y ya estaba en ¨casita¨. Pescado para cenar y al sobre.

 

DÍA 6 – SÁBADO 12 DE OCTUBRE

 

Desde el hotel se veía una pequeña colina y en la cima una cruz. Pregunté la noche anterior cómo se llamaba esa colina y me dijeron que Morro Peixe, así que no se volvieron muy locos bautizándola. Pensé que sería una buena idea subir a esa cruz para vez amanecer y es lo que hice. A las 5 a.m. salí del hotel y subí esa pequeña colina. Desafortunadamente otro día que amaneció nublado y no fue posible ver el sol, pero aún así la vista desde allá era chula.

 

Después me di una vuelta por Morro Peixe. Esto es lo que dice el blog de referencia:

 

¨Una de las aldeas más emblemáticas de la costa norte de Santo Tomé es Morro Peixe (colina del pez traducido del portugués). Apostadas en una pequeña cala están las largas canoas desde las cuales parten y llegan los pescadores. Suele ser un núcleo base para asistir al desove/nacimiento de las tortugas marinas. En el propio pueblo hay un ecomuseo desde el cual además se organizan salidas a distintas playas norteñas donde anida esta especie (a 15€ por persona).

El mayor experto y defensor de las tortugas en el pueblo es Hipólito Lima. No lo ha tenido nunca fácil porque la tradición de cazar tortugas para vender su carne está todavía muy presente¨.

 

Con este Hipólito Lima coincidí. Se presentó, estuvimos hablando y me contó que había salido en la televisión española, en la francesa y en varios programas. Un señor muy majo y se le veía muy educado. Visité el pequeño museo y esto es lo que dice Lonely Planet sobre el mismo:

 

¨Museo do Mar e da Pesca Artesanal is a charming marine and fishing museum located in a whitewashed fisherman´s shak up on stilts by the water´s edge. Created by local marine conservation organisation Marapa, it has some intelligent displays with English signage and is definitely worth a stop. You can also arrange night trips to see nesting turtles here. Located at the end of road to Morro Peixe¨.

 

Museo coqueto en el que aprendí cosillas interesantes, entre otras que por São Tomé y Príncipe aparecen 5 de las 7 especies de tortugas que existen en los océanos (la tortuga carey, la tortuga olivácea, la tortuga laúd, la tortuga boba y la tortuga verde). También que por sus aguas nadan por lo menos 10 especies diferentes de cetáceos, entre los cuales los cinco más abundantes son la ballena jorobada, el delfín mular, el delfín manchado tropical, el cachalote y el calderón tropical. Hablando con el que me enseñó el museo me dijo que por las mañanas, en un paseo en barca desde Morro Peixe, era posible ver esas cinco especies. Pena que ya no me daba tiempo. Visité la tienda del museo y compré unas tortugas para una amiga que las colecciona e hice una donación para la comunidad.

 

Desayuno en el hotel y taxi al aeropuerto. Llegué con tiempo, como me gusta llegar. Hice el check in y ya con el billete en la mano salí del aeropuerto para dar una vueltilla. Vi desde la terminal unos aviones abandonados y me acerqué a echar un vistazo. Y curiosidad, en ellos habían montado un bar, así que un lugar interesante para echar la última cerveza.

 

Subí al avión y allá me encontré con tres compañeras de curro, Liliana, Gillian y Robin que habían ido a Cabo Verde. El avión a ese país desde Angola hace escala en São Tomé. Me senté en mi asiento, despegamos y ya estaba salivando para la comida del avión, que me encanta, cuando el capitán anunció por megafonía lo siguiente: ¨Estimados pasajeros, hemos tenido problemas con la carga de comida en el aeropuerto de São Tomé y no hay suficiente para todos. Vamos a servir comida solamente a niños, mujeres y personas mayores¨. Así que cuando pasaron con las bandejas y vi comer a la señora que tenía al lado se me quedó bastante cara de bobo. Pero nada más que una anécdota en un viaje corto de dos horas.

 

Ha sido un viaje fantástico. Me ha encantado la isla, la gente, y es un lugar que sin duda recomiendo visitar.

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