SÁBADO 22 DE MARZO: LAHORE WAGAH BORDER (PAKISTÁN)
La noche anterior Ayaz me comentó que me iba a poner un conductor para enseñarme la ciudad o lo haría el personalmente. Al día siguiente me lo encuentro y no me dice nada, así que salgo a mi aire. Cojo un moto-carro (autorickshaw) y le digo que me lleve al centro. A la hora de pagar me dice que le de lo que sea. Pruebo con 100 rupias, unos dos dólares. Al tío se le ilumina la cara, así que mierda, la he cagado. Le he dado mucho. Pero siendo la primera vez… ;-)
Paseo por el Mall, la calle principal. Esa tarde quiero ir a la frontera con India para ver la bajada de las banderas. Para ello necesito ir a la estación de tren, y coger el autobús número 4. Pasa un tío joven boxeando al aire, y le pregunto a ver por donde está la estación de tren. Se ofrece a acompañarme, ya que está parado y no tiene nada mejor que hacer. Cuando le digo que soy español me dice que su profesor de boxeo era cubano, y por ello conoce algunas palabras.
Antes de ir a la estación se ofrece a enseñarme la tumba de Data Ganj Bakhsh. Este es un autor del siglo XI, escritor de un famoso libro de misticismo. Uno de los predicadores Sufis más relevante, y uno de los santos más importantes de Pakistán. El sitio es un lugar sagrado que acoge a un montón de peregrinos musulmanes. Al llegar me encuentro que está lleno de gente, y me viene a la cabeza la recomendación del Ministerio de Asuntos Exteriores: “Evitar manifestaciones, aglomeraciones, lugares de culto…” ;-) Ahí mi socio hace una cosa que no me gusta nada nada. En la entrada todo el mundo se quita los zapatos y los deja fuera. Nosotros entramos con ellos en la mano. Miro, y de los cientos de personas que hay ahí somos los únicos. Un viejo nos llama la atención. Shit, menudo guía me he echado.
El tío es religioso hasta la médula. En el camino no hace más que hablarme del Corán, de Dios, de su bondad y de lo listo que es. Muestra su indignación por las caricaturas del profeta Mahoma (p.b.u.h) en Dinamarca, y al salir de este sitio me comunica su enfado porque había mujeres visitando la tumba. Su conversación llega a un punto en que se hace insoportable y entre eso, lo de los zapatos, y sus continuos uppercuts y golpes al hígado de un pugilista imaginario, decido que es un buen momento para hacer la del humo. Le digo que no me siento bien, y me largo. “pero no ibas a la estación a coger un autobús a la frontera?”. “Otro día Castillejo!”.
Me cojo un motocarro a donde fuera para escapar del nota. En el primero fui solo, pero me di cuenta de que esa no es la idea. Van tres delante, tres detrás y uno agarrado al conductor: 7 y con el conductor 8, mas que en una mini-van. Llego por fin a la estación de tren, y cojo el autobús número 4 a la frontera, que está a unos 30 kilómetros al este de Lahore. Se pone a hablar conmigo un chaval que se había sacado el título de economista, y estaba buscando trabajo. Me enseña sus diplomas y su currículo. Me dice que hay que hacer un trasbordo, y me echa un cable para ello. A 8 kilómetros cojo una mini-van y por fin llego a la frontera.
Aquí es hora de hablar un poco de la interesante historia de este subcontinente. A todos nos suena Gandhi y su lucha no-violenta para acabar con el imperialismo británico en India. Finalmente sus esfuerzos llevaron a la independencia en 1947, sin embargo lejos de la forma en la que Mahatma quería que se produjera. En la India existían tres comunidades bien diferenciadas: hindús, musulmanes y shiks. Los indios musulmanes pensaron que en un país independiente, la mayoría hindú abusaría de la minoría musulmana, y finalmente consiguieron persuadir al gobierno británico de la conveniencia de hacer dos países, India y Pakistán; así que los británicos dibujaron una línea en un mapa para delimitar los dos estados. El papel lo traga todo, pero la realidad era bien diferente. En lo que sería Pakistán había muchas comunidades hindús, y lo contrario. Así que empezó un trasiego de gente de un lado a otro: musulmanes que estaban en India hacia Pakistán, hindús que estaban en lo que iba a ser Pakistán hacia la India. Podría haber sido un movimiento pacífico, pero no lo fue en absoluto. Trenes llenos de musulmanes que iban a Pakistán eran detenidos por hindúes que mataban a los seguidores de Alah. Y viceversa. Autenticas masacres, cientos de miles de personas murieron. Que se dice pronto.
Las comunidades musulmanas existían al este y al oeste. Así que al oeste crearon Pakistán, y al este Pakistán del este. Tener un país separado por muchos kilómetros y con otro país hostil en medio no funcionó, y en 1971, después de una sangrienta guerra, East Pakistán se separó y se convirtió en Bangladesh.
En estas líneas lo que he querido reflejar es que las relaciones entre India y Pakistán históricamente no han sido buenas. Todavía no lo son, y no hay más que ver el conflicto por Kashimir.
Volvemos a la frontera, en Wagah. Todos los días por la tarde hay una ceremonia de bajada de banderas, que es cuando cierran la frontera. Hay una línea en el suelo que separa los dos países y unas verjas indicando claramente quién es quién.
A ambos lados de la línea hay un anfiteatro con capacidad para un montón de personas. Y tanto los indios como los pakistaníes van al lado correspondiente para animar a sus soldados, y a su país.
Cuando llegué me preguntaron la nacionalidad, y dije que era español. Eso me dio acceso a la zona V.I.P. unos asientos en primera fila. Allí coincidí con el resto de extranjeros, tampoco muchos. Hablé con un checo que trabajaba en una O.N.G. en Kashmir, y que estaba con sus padres de visita. Un chino de Beijing que me dijo que había ido a Pakistán… a aprender ingles! (yo alucino). Y distinto paisanaje, cada uno con su historia.
Detrás nuestro las gradas para nacionales. Una para hombres, y otra para mujeres. Empieza el show. Ponen música a tope “Pakistán, Pakistán!!!!”, y aparecen dos tíos vestido con los colores verde y blanco y portando banderas, animando al público a que grite. Se va calentando el ambiente. “Pakistán, Pakistán, Pakistán!!!!”, unos metros más allá se escucha “India, India, India…!!!”. En esto aparecen los soldados, con uniformes de gala. Se ponen a dar zapatazos, a poner cara de enfado, y marchan hasta la línea donde están los indios. En el lado contrario lo mismo, la línea divisoria funciona como un espejo. Se miran mal, se gritan, intentan asustarse, a ver quien es más gallo… todo ello sin pasar a la otra zona. Todos asistimos gustosos al paripé, disfrutando con los desplantes a los soldados del otro país. Finalmente bajan las banderas, cierran las fronteras y se van. Digno de ver ;-)
De ahí me cojo el autobús de vuelta. El resto de turistas andaba con guías, menos yo, que me montón en el autobús publico. Se sientan tres pakistaníes al lado mío que me empiezan a dar conversación, pero no hablan ingles. Sacan el móvil y me piden que lea los nombres en árabe. Todo por resultar simpático. Tengo la sensación de que el resto del autobús me mira como diciendo: “este tío que cono hace aquí?”. No saludan ni sonríen ni pa’Dios, no parecen muy friendly.
Durante el trayecto, tanto a la ida como a la vuelta, tengo la oportunidad de ver como es la vida rural.
Llego a la estación de tren, y hay un apagón generalizado. Apunto la dirección de la casa en un papel, y se la doy al de un motocarro, que se acerca a un fuego a leer lo que pone. Prueba de fuego, sabrá llegar al destino? Sabe!
Doy una vuelta por los alrededores de “casa”. El restaurante donde quería haber cenado, que le había echado el ojo la noche anterior, tiene menos luces que un barco pirata, por el apagón. Así que lo descarto. Compro cuatro bobadas en un súper y a dormir.
Por cierto, hay gente armada por todos los sitios. No ciudadanos, sino guardas de seguridad. Hay uno en el edificio donde duermo, otro en la tenducha esta, y bueno, en casi todos los sitios hay un segurata armado. No se si por ello duermo más tranquilo o no.
0 comentarios