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Basurde Xiao Long

Libros - ¨Travesuras de la niña mala¨ -Mario Vargas Llosa-

Libros - ¨Travesuras de la niña mala¨ -Mario Vargas Llosa-

En octubre leí la última novela de Mario Vargas Llosa –¨El héroe discreto¨-, ahora acabo de terminar ¨Travesuras de la niña mala¨ que andaba rondando por casa en Vitoria, no me lo había leído y me lo traje a Yakarta.

 

Dice la contraportada:

 

¨Hay amores obstinados que se filtran por las rendijas del destino, saboteando cualquier posibilidad de huida. Así, el corazón de Ricardo cayó rendido frente a las dulces manipulaciones de Lily, una chica mala y mentirosa, pero también preciosa, hecha a la medida de sus sueños. Desde aquellos besos adolescentes robados en un cine limeño hasta la traición y el deseo que ambos compartirán en paisajes más maduros, Lily estaba predestinada a convertirse en la presencia más importante de su vida.¨.

 

Me ha gustado mucho la novela. Trascurre en varios escenarios como Lima, Paris, Londres, Tokio o en el madrileño barrio de Lavapiés, así que sin ser una novela de viajes nos permite trasladarnos con nuestra imaginación –o recuerdos- a diferentes ciudades en distintas épocas.

 

Cuando el protagonista de la historia se queda de vez en cuando en Londres, lo hace en la casa de un amigo que tiene su residencia en Earl´s Court. Me ha encantado leer esas páginas porque en ese barrio viví un año de mi vida, en un hostel llamado Mira. Buenos tiempos donde hice muy buenos amigos.

 

Extraigo algunas referencias a Earl´s Court:

 

Página 88: ¨Por una de esas extrañas conjugaciones que trama el azar, resulté, en los años finales de los sesenta, pasando muchas temporadas  en Inglaterra y viviendo en el corazón mismo del swinging London: en Earl´s Court, una zona muy animada y cosmopolita de Kensington que, por la afluencia de neozelandeses y australianos, era conocida como el Valle del Canguro (Kangaroo Valley). Precisamente, la aventura de mayo de 1968, en que los jóvenes de París llenaron el Barrio Latino de barricadas y declararon que había que ser realistas exigiendo lo imposible, a mí me sorprendió en Londres, donde, debido a las huelgas que paralizaron las estaciones y los aeropuertos de Francia, quedé varado un par de semanas, sin poder averiguar si le había ocurrido algo a mi pisito de la École Militaire.¨

 

Página 101: ¨Me gustó mucho Earl´s Court, me enamoré de su fauna. El barrio respiraba juventud, música, unas vidas sin orejeras ni cálculos, grandes dosis de ingenuidad, la voluntad de vivir al día, fura de la moral y los valores convencionales, buscando un placer que rehuía los viejos mitos burgueses de la felicidad –el dinero, el poder, la familia, la posición, el éxito social- y lo encontraba en formas más simples y pasivas de existencia: la música, los paraísos artificiales, la promiscuidad y un absoluto desinterés por el resto de los problemas que sacudían a la sociedad. Con su hedonismo tranquilo, pacífico, los hippies no hacían daño a nadie; tampoco ejercían el apostolado, no querían convencer ni reclutar a esas gentes con las que habían roto para llevar una vida alternativa: querían que los dejaran en paz, absortos en su egoísmo frugal y su sueño psicodélico¨.

 

Página 101: ¨Todavía  en esos años, aunque no por mucho tiempo más, los empleados de los bancos, aseguradoras y compañías de la City vestían el atuendo tradicional de pantalón a rayas, chaqueta negra, sombrerito bombín y el infaltable paraguas negro bajo el brazo. Pero, en las callecitas de casas de dos o tres pisos, con jardincillos a la entrada y en la parte trasera, de Earl´s Court, se veía a las gentes vestidas como si fueran a un baile de disfraces, incluso en harapos, a menudo descalzas, pero siempre con un sentido estético aguzado, buscando lo llamativo, lo exótico, lo distinto, y con detalles de picardía y humor.¨

 

Página 102: ¨Un día me la encontré en la estación de Earl´s Court montada en unos zancos y con la cara desfigurada por la Union Jack, la bandera británica, pintada de oreja a oreja¨.

 

Página 103: ¨Una mañana en que me hallaba en el pied-à-terre de Juan dedicado a la prosaica tarea de planchar unas camisas y calzoncillos que acababa de lavar en la Laundromat de Earl´s Court, me tocaron la puerta. Abrí y me encontré con media docena de muchachos rapados al coco, que llevaban botas comando, pantalones cortos y casacas de cuero de corte militar, algunos de ellos con cruces y medallas guerreras en el pecho. Me preguntaron por el pub Swag and Tails, que estaba a al vuelta de la esquina. Fueron los primeros skin heads (cabezas rapadas) que vi¨.

 

Página 108: ¨Pero no quería, por algún enredo de cama, comprometer el ganapán que le había dado seguridad y unos ingresos que no pensó alcanzar jamás. ¨Yo también tengo treinta y cinco años, y , ya lo habrás visto, esa edad, aquí en Earl´s Court, es la ancianidad¨. Era cierto: la juventud física y mental de los pobladores de ese barrio londinense a ratos me hacían sentirme prehistórico¨.

 

Página 124: ¨Esos dos años, en los cuales pasé largas temporadas en el swinging London, pernoctando en el pied-à-terre de Juan Barreto en Earl´s Court, y viendo a la niña mala una o dos veces por semana, fueron los más felices de mi vida hasta entonces.¨

 

Página 127: ¨Pasé muchos días en su pied-à-terre de Earl´s Court, ocultándole siempre, por supuesto, mis encuentros con la niña mala. Por esa época, 1972 o 1973, el movimiento hippy entró en una rápida desintegración y pasó a convertirse en una moda burguesa. La revolución psicodélica resultó menos profunda y seria de lo que creían sus cultores. Lo más creativo que produjo, la música, fue rápidamente integrada por el establishment y entró a formar parte de la cultura oficial y a hacer millonarios y multimillonarios a los antiguos rebeldes y marginales, a sus representantes y a las empresas discográficas, empezando por los propios Beatles y terminando por los Rolling Stones.¨

 

Ah, Earl´s Court. ¡Qué buenos tiempos del albergue! Diez meses viviendo en un hostel, compartiendo habitación de 4 o 5 camas con turistas que iban y venían y con un buen grupo que estábamos para largo. Diez meses viviendo con lo justo, sin ni siquiera un armario, con todas las posesiones en la maleta debajo de la cama. Good times! Con muy poca pasta pero muy buena gente y muy buenas risas.

 

Así que aparte de la historia, que me ha encantado, esta novela me ha llevado a unos bonitos recuerdos de cuando con 23 añitos me estaba batiendo el cobre en la capital inglesa. 

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