Libros: ¨Angola, la guerra innecesaria¨ -Carlos E. Pedre Pentón-
En agosto de 2018 empezaré a trabajar en Angola, así que me puse con este libro.
Dice la contraportada:
¨Angola, la guerra innecesaria es un libro valioso por tres razones: interesa al lector desde la primera página; está bien escrito y cuenta un fragmento central de la historia contemporánea cubana. Me refiero a esas guerras africanas tan deseadas por Fidel Castro y rechazadas por la mayor parte de los cubanos, incluido el autor de la obra, un ingeniero cubano al que una noche de 1975 sacaron de su lecho y pocos días después amaneció en Angola como combatiente en una guerra ajena y lejana por designio de un señor que se creía Napoleón y, sin duda, cada vez que pudo se comportó como el corso.
-Carlos Alberto Montaner-¨
En la introducción se resume el libro:
¨Cuando el veinticinco de abril de mil novecientos setenta y cuatro se produce la sublevación militar en Portugal conocida como la Revolución de los Claveles que le dio fin a la dictadura fascista que gobernaba el país desde mil novecientos treinta y tres, quedó abierto el camino para la independencia de las últimas colonias portuguesas en África.
Guinea Bissau y Mozambique obtuvieron sus independencias sin mayores contratiempos pues la lucha contra el colonialismo fue llevada por sendos movimientos de liberación.
En Angola era distinto, pues había tres grupos luchando por tomar el poder una vez alcanzada la independencia. Constantemente enfrentados entre sí cada uno de los dirigentes de esas agrupaciones beligerantes quería ser el jefe del futuro estado.
Agostinho Neto acudió a su amigo Fidel Castro recabando ayuda para lograr que su Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) estuviera afianzado en Luanda el once de noviembre, día cuando se proclamaría la independencia de los colonialistas portugueses y estos abandonarían Angola.
La ayuda brindada por Castro se convirtió en una operación descomunal que involucró a casi medio millón de hombres, durante dieciséis años, desangrando aún más la maltrecha economía cubana.
En este libro se narran los avatares de los integrantes de una batería de seis cañones de 85mm que llegó a Angola con los primeros dos o tres mil hombres. Se narran combates que fueron muchos. Pero lo más importante es la dimensión humana del relato, la interacción de los simples soldados, entre ellos y con los distintos mandos; los sentimientos de esos hombres ante la posibilidad de una muerte inminente o ante la estupidez; cómo fluye la adrenalina haciéndote actuar y responder como un héroe en situaciones de peligro extremo.
La Guerra de Angola es una herida que no cerrará jamás, por el sacrificio de nuestras familias, por el recuerdo de nuestros compañeros, por aquellos que quedaron para siempre en un campo desconocido.
Las vidas que costó esta odisea es uno de los secretos mejor guardados por la tiranía castrista. El siete de diciembre de mil novecientos ochenta y nueve, en un entierro al unísono en todo el país, Cuba daba sepultura a sus muertos, que según el gobierno eran dos mil ochocientos ochenta y nueve. Años después, el escritor Michel Porcheron escribiendo en el periódico Granma sobre el documental Cuba, una odisea africana de la cineasta francesa Jihan El-Tahri dijo: «Dos mil cubanos ofrendaron sus vidas en aquel continente». Sin embargo, en el propio material se plantea que los historiadores estiman los caídos en unos diez mil.
Cada día, cada vez, la cifra se reduce y quizás llegue el momento en que digan, los excelsos defensores del comunismo a ultranza, que solo perecieron unas pocas decenas de combatientes. No importa, no podrán borrar el estigma de una guerra que, por demás de cruel, fue innecesaria.
-Carlos E. Pedre Pentón-¨
Sobre el autor:
¨Carlos E. Pedre Pentón, Sagua la Grande, Las Villas, Cuba, 1945.
Es Ingeniero Mecánico graduado en la Universidad de La Habana. Fue profesor de diversas Instituciones Tecnológicas e ingeniero de empresas de la Industria Azucarera. Ha publicado cuatro libros sobre el Diseño de Máquinas. Actualmente reside en Miami, EUA¨.
El prólogo escrito en Miami el 2 de julio de 2017 por Jorge Hernández Fonseca nos da una clara visión de lo que nos vamos a encontrar:
¨El libro que se presenta a continuación nos adentra en el drama humano de un hombre de familia convertido de la noche a la mañana en soldado. El protagonista es arrastrado a la Guerra de Angola, una contienda ajena, innecesaria que responde a las mismas circunstancias dictatoriales que empujó a otros miles de cubanos a esa conflagración y que ha conducido al empobrecimiento económico, político y social de la sociedad cubana.
El lector encontrará aquí el relato de un hombre en plena campaña. En el texto prevalece la mirada humana sobre el enfoque propio de las guerras y sus secuencias de desplazamientos estratégicos y combates tácticos. Es una inmersión en la psicología y actuación de la típica carne de cañón detrás de la cual siempre hay familia, esposa, hijos pequeños y multitud de sueños postergados.
De las páginas de este libro sobresale el trauma de los horrores de una guerra ajena, impuesta a los cubanos por un líder de mentira cuyo propósito siempre fue satisfacer su vanidad, su ego desmedido y su afán de mando.
La trama se sitúa en la década de los años setenta del siglo pasado cuando las grandes potencias luchaban por imponer su marca en los países que se liberaban del yugo colonial en África. Angola, que se había independizado de Portugal, enfrentaba una lucha interna entre tres facciones rivales que se disputaban el poder. África del Sur, por su parte, buscaba acuñar su influencia política en el área. Los frentes internos contaban con apoyos diversos. Sin embargo, el peso de la guerra fría, muy marcado en la época, influyó decisivamente en aquella disputa. Fidel Castro decide mandar hombres, mientras la antigua Unión Soviética garantiza armas y recursos materiales. Por obra y gracia de las circunstancias, el autor de esta obra fue uno de esos hombres. A la distancia de cuarenta años, curado de sus secuelas traumáticas, Pedre Pentón, decide asomarse de nuevo al pasado.
El testimonio del autor, a pesar de narrar los avatares de una guerra particularmente cruenta, no solo se aleja de narraciones sangrientas sino que contiene pasajes de la descontracción propia del espíritu humano sometido a situaciones extremas, que en las peores circunstancias muestra un rostro optimista a veces, jocoso en otras ocasiones, haciendo abstracción de ese contexto hostil casi siempre, momento en el que el espíritu positivista del hombre aflora de manera nítida para entregarnos un relato más potable, ligero y fluido.
Fue en una reunión de amigos, donde todos recordábamos anécdotas de nuestras ya largas vidas, que el autor comienza a narrar un pasaje vivido por él en la Guerra de Angola y de pronto nos pregunta: «¿No creen ustedes que se podría escribir un libro distinto, sobre esta guerra? ¿¡Alejandro lo hacemos!?». Y así el autor y su amigo y escritor Alejandro Marrero decidieron escribir el drama traumático que nunca había querido recordar en detalle.
Para la nomenclatura cubana la Guerra de Angola representa un gran «mérito» que posibilitó la independencia de Namibia. Sin embargo, para la población de Angola fue una confrontación fraticida y sangrienta, típica de las luchas por el poder, ganada por una de las facciones en pugna, pero, sin consecuencias sociales importantes para la nación. Para la Unión Soviética fue una conquista que afianzó su influencia política y económica en el continente. Para los cubanos que participaron en la misma –y que aportaron más de diez mil muertos- fue una guerra innecesaria¨.
Estos son algunos fragmentos que me han gustado y me han llamado la atención del libro:
¨Al regresar al cuarto mi esposa me preguntó quién era:
-Son los comemierdas del ejército. Quieren jugar esta noche a los soldaditos.
-No hagas ruido, que los niños se despiertan.
Me vestí, di un beso en su ya abultado vientre, con mi tercer hijo, y salí. Maite era el nombre que queríamos ponerle de haber sido niña, lo que significa «amor» en eskerra, pero fue varón y se llama Alejandro. Ni por un instante se me pasó por la mente que pasaría meses sin volverlos a ver¨.
¨El primer error que cometen muchos es decir que lo de Angola fue una ¨guerra civil¨. ¡Ni por asomo! Lo de Angola fue el enfrentamiento de dos potencias, los soviéticos y los sudafricanos.
Quien no conozca Sudáfrica podría pensar que es un país más del continente africano y que solo producen leones y cebras para los zoológicos del mundo. Nada más ajeno a la verdad. Sudáfrica es la primera economía de África (acapara un veinticinco por ciento de todo el PIB africano). Es una economía de mercado emergente con abundantes recursos naturales, con sectores legales, de comunicación, energía y transportes bien desarrollados¨.
¨Sin embargo, la historia la escriben los hombres con omisión o exageración. El historiador sudafricano Richard Allport describe las acciones de ese día como la victoria de un soldado portugués, el sargento Danny Roxo, que venía en el tanque de reconocimiento que yo había visto del lado opuesto del puente, donde dice haber matado once soldados enemigos, entre ellos cuatro cubanos. Este soldado murió poco después al volar en una mina. Para terminar esa historia de súper héroe el señor Allport describe la muerte de Roxo, recostado a un árbol fumándose un cigarrillo en espera de los médicos o de la muerte. Esta llegó primero¨.
¨Yo también le escribía, pero desde luego, la censura militar era muy estricta y más o menos le contaba lo bien que me sentía y cuánto los extrañaba. Las cartas en la guerra son como la luz de las estrellas, que pueden llegar cuando la estrella ya no existe. Ese era el miedo¨.
¨Pero «ya vendrán tiempos mejores» decía Artazar, profesor de un tecnológico habanero; hombre serio y trabajador que en los ratos de ocio relataba cuentos y declamaba poesías. En una ocasión me dijo: «Si después de esto algún hijo de puta del Comité Militar viene a citarme para otra misión le voy a hacer el cuento del ratón tuerto».
No paré hasta que me relató la historia de un perro y un gato que se pusieron en combinación para que el gato se hiciera pasar por muerto y así dejar entrar al velorio a los ratones. Pero un ratón viejo y con un parche en un ojo que se asomó a la puerta del velorio no quiso pasar a lo que el perro lo invitó, pero este le respondió: «Este ojo lo perdí en el velorio del abuelo de ese que está ahí muerto».
-Moraleja –concluyó Artazar- a mí no me engañan más¨.
¨Continuamos la marcha hacia el Sur. Cada vez los encuentros con el enemigo eran menos y había una euforia generalizada. Sentíamos con los huesos que estábamos ganando. Desde luego la pregunta rebotaba del cerebelo al lóbulo frontal: ¿Ganando qué? En la guerra no hay ganadores, todos perdemos. Perdemos los vencedores cuando dejamos de estar en el parto del hijo querido, perdemos la oportunidad de saborear la entrega del título universitario al hermano entrañable o las refrescantes vacaciones pendientes con la familia en las finas arenas de una playa del este de La Habana. Perdemos cuando nuestra salud se resiente y un simple dolor de muela se convierte en la extracción de una bicúspide aún sana, salvable. Y así me sucedió a mí. Un dolor de muela, que se convirtió en una odisea que aún hoy en día, solo de recordarlo, me crispa el vello púbico y siento la retracción magnificada del escroto¨.
¨Chucho y el Pinto empezaron a trastear de nuevo en el motor ahora con mucho más interés pues el lugar no era como para estar tranquilos. Desarmaron el carburador con un destornillador de paleta y una llavecita de extensión. La necesidad hace parir hijos varones, diría mi madre. Cuando armaron el carburador y trataban de arrancar el motor, sonó un disparo¨.
¨Mi plato era una lata de conservas a la que había puesto unos alambres a modo de asa para evitar el calor, aunque casi siempre la comida nos llegaba fría. La lata era entonces el útil más preciado junto con la cuchara, que siempre guardaba en el bolsillo derecho de mi pantalón. Instintivamente, tocaba la cuchara para saber que no la había perdido. Recordaba un refrán muy utilizado por mi madre: «Qué buena es la cuchara, sobre todo a la hora de comer»¨.
¨Esa noche, estuvimos muy atentos en las guardias pues había muchos enemigos dispersos y desesperados, no hubo incidentes salvo la tremenda pendejería de Ortega. Cuando llegó repetía como papagayo el lema de los comunistas: «Los hombres mueren el Partido es inmortal»¨.
¨En los días en que estuve reponiéndome, paseaba por las afueras del hospital y pude sentir la belleza de la naturaleza africana. En febrero las flores crecen estallando en un verdadero maremágnum de colores. Nunca vi un framboyán tan rojo ni unas gardenias con tanto olor. África no solo es minerales y animales salvajes, es también color y olor a yerba; es un mundo maravilloso con una campiña que estremece de tanta belleza¨.
¨No teníamos ideales de grandeza ni veíamos perspectivas razonables para pensar que aquel pueblo llegaría a ser nuestro amigo y apoyo. La vida nos dio la razón. Ni Angola es mejor hoy ni nunca vi en Cuba un saco de frijoles que diga: producto angolano¨.
¨En esos días comencé a sentir molestias en el pecho, al lado de la tetilla derecha, donde me había picado un insecto en uno de los emplazamientos en la marcha hacia Gago Coutinho. No sé qué animal fue, pero en aquellos días me aprieto la picada y sale un gusanito. El susto fue tremendo y el asco mayor aún. Con razón decía Negro Bueno que en este país no ganábamos para sustos. Me desinfecté y le puse un antibiótico, sin embargo, continuó dándome problemas, entonces, sin mencionar nada, volví a ponerme antibióticos y alcohol. Tenía miedo de que a la hora de irnos aquello se complicara, pero todo quedó en eso. Quiero decirles que actualmente, después de más de cuarenta años, tengo una mancha roja en ese lugar¨.
0 comentarios