Líbano 23 de Mayo: Biblos
El 21 de mayo se llegó a un acuerdo de paz en Doha entre las dos partes –gobierno libanés y Hezbolá-, y de no tener garantías de tener un viaje seguro pasamos a lo contrario. Iba a ser un fin de semana con los libaneses de ambas partes más o menos contentos por el acuerdo, y saliendo a la calle a disfrutar de lo que en países normales no apreciamos porque lo tenemos asumido: paz y normalidad.
Después de un vuelo de unas tres horas con Jazeera Airways nos presentamos en el aeropuerto del Líbano. Sara, la hermana de Zeina -una profesora de DAA- nos vino a recoger y nos llevó a su casa. Por el camino nos iba explicando historias. Por ejemplo que los círculos negros que veíamos en la carretera eran las huellas de los neumáticos quemados que se habían utilizado dos semanas antes para cortar la carretera de acceso al aeropuerto. Pasamos por delante del coche de su marido Nidal, que se quedó tirado en el camino al aeropuerto. ¡Pobre Volvo del 78!
Lo primero que te fijas es en los restos que puede haber de la guerra, o de los bombardeos de Israel. Si que se ven algunos edificios en ruinas y con huellas de impactos en su estructura. También la presencia del ejército es notable.
Su casa está en el barrio Sin El Fil, no lejos del Habtoor Grand Hotel. Es un barrio de mayoría cristina y estos últimos días los conflictos no han afectado a la zona. Mientras unos barrios eran ¨territorio comanche¨, en otros la vida transcurría con normalidad. Si hubiéramos tenido que tomar un taxi, que no tuvimos que hacerlo porque Sara y Nidal nos tuvieron en palmitas, podríamos haber dado como referencia ese hotel. O podríamos haberle dicho al conductor que nos llevara al lugar donde el 19 de Septiembre de 2007 se cargaron al abogado Antoine Ghanem, miembro cristiano del parlamento libanés y político anti-sirio. La clave de quién se lo cargo parece estar en la última palabra de la anterior frase. El coche bomba estalló casi enfrente de la casa de nuestros anfitriones. En una fachada todavía se podían ver ¨pistas¨ de la onda expansiva. Sara dice que a ella no le pilló por poco en la calle. Aparte de la vida del político y de unos 30 heridos, la deflagración produjo muchos daños materiales, entre ellos en el coche de Sara y en las puertas de la casa.
¡Y te hablan de todo esto con una tranquilidad…!
Llegamos a casa, un break y rumbo a Biblos. Esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1984, se encuentra a unos 40 kilómetros de Beirut. Se cree que fue fundada hacia el año 5.000 antes de J.C., y en el siglo III era el puerto más importante en el este del mediterráneo, bajo control de los fenicios. Los griegos le pusieron el actual nombre y los romanos la tomaron en el 64 a.C. Comercializaban con Egipto… así que os podéis imaginar la cultura que sus piedras han absorbido.
Hay mucho que ver, empezando por el ¨Castillo de los Cruzados¨ y el teatro romano. Hay nueve tumbas reales del segundo milenio antes de Cristo, excavadas en la tierra. Nos metimos en una para ver uno de los sarcófagos. El centro de la villa es todo de piedra, con muchas flores, iglesias, mezquitas, y excelentemente conservado todo. Comimos en un restaurante al pie del puerto llamado Bab El Mina, que en árabe viene a ser ¨Puerta del Puerto¨. Sara eligió el menú. Pedimos pescado y ella personalmente seleccionó los peces en exposición. Nos tomamos allá las primeras cervezas libanesas, Almaza. Yo ya la había probado en Dubai, es buena porque es suave.
Apareció por allá Nidal, el marido de Sara. No vino con nosotros porque tuvo que esperar a la grúa y quedarse en el taller a que repararan su viejo Volvo. Dimos un paseo por el pueblo y vuelta a Beirut.
Volví con Nidal. Es músico profesional, y toca en los conciertos y en las grabaciones de Fairuz, una leyenda de la música en Líbano como podéis ver en este enlace: http://es.wikipedia.org/wiki/Fairuz
9 millones de discos vendidos en el mundo lo dicen todo. Nuestro ¨hombre en la Habana¨ toca el saxo y el piano para diferentes bandas. Estuvo estudiando en Alemania un doctorado en música, pero no lo pudo terminar porque le llamaron para hacer el servicio militar.
Paramos en casa, un descanso, y a visitar a los padres de Moe. Moe es el marido de Zeina, y otro compañero de DAA, profesor de Educación Física en Middle School. La familia muy maja y tradicional. No beben alcohol, pese a que su hijo se puede beber hasta el agua de los floreros aquí en Dubai. Esta pareja, Zeina y Moe, llegó a nuestra escuela hace dos años, precisamente escapando del clima de violencia que se respiraba con los israelitas bombardeando el Líbano y con su escuela obviamente cerrada. Verano del 2006.
En ese barrio donde vivían no se respiró tanta tranquilidad como donde nos alojábamos. Todo lo contrario, estuvo en medio del conflicto. En un momento dado el padre apareció con una bala y nos pidió que le acompañáramos al balcón Homer y yo. Nos enseño un pequeño agujero en la pared y nos dijo que mientras estaba hablando por teléfono fuera una bala impacto en la pared de la terraza. No le dio como le podía haber dejado en el sitio. Entró, y con la tranquilidad del que ya se sabe la rutina mandó a su familia estar un par de horas atrincherados en el pasillo, lejos de las ventanas. Desde el balcón nos indicó también la esquina donde un francotirador estuvo en plena acción.
Poco después de empezar este último conflicto abandonó el barrio para ir a su casa en las montañas. El camino debió de ser bastante peligroso, pero quedarse en casa tampoco le ofrecía garantías. Lo que más me sorprende es con la tranquilidad, resignación, e incluso sentido del humor con la que hablan sobre estas cosas.
Homer me contaba que viendo las noticias con Moe en Dubai, en un momento apareció una calle y Moe dijo… ¨pero si eso es justo al lado de mi casa!¨, y llamó a sus padres. Sin embargo el Sr. Horani nos dijo que todavía no le ha comentado nada de lo de la bala para no asustarle.
Dejamos a la familia y nos fuimos a conocer la noche libanesa. Empezamos en Centrale, un bar bastante curioso en la zona Gemayzeh. Entras a través de un pasillo de gardenias, pasas un restaurante, tomas un ascensor de los años 30 con un par de sofás y unas cristaleras desde donde se ve una vidriera enorme con botellas de vino, y llegas a un tubo cilíndrico donde se encuentra el bar. La mitad del tubo se abre, ofreciendo vistas de la ciudad. ¡Cómo están las libanesas! Bueno, no es algo que descubriera en ese bar, pero se confirmó. El cilindro futurista estaba hasta los topes así que nos decantamos por otro lugar.
Nos encontramos con Tarek y Ghada, dos libaneses que habíamos conocido ya en una visita que hicieron a Dubai, y nos fuimos al Dragonfly, en la misma zona. El ambiente en la calle podría ser el de Huertas en Madrid, por ejemplo, o cualquier ciudad en España. Mucha gente en la calle y ganas de pasarlo bien. Los bares hasta los topes. Después del Dragonfly probamos algún otro, pero no llegamos a quedarnos en ninguno porque nuestro anfitrión estaba ¨buscando las tablas¨ J Paramos a comer unos shawarmas en la calle, en un restaurante llamado Barbar y a dormir. Este local abre las 24H. Cuando empezó el conflicto nos contaba Sara que se olió algo raro porque de las dos partes en que consiste el establecimiento uno tenía la persiana metálica echada, y ni en los peores tiempos cerraban.
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