¨¡Apaga el cigarro, imbecil,
o quieres que te vuelen la cabeza!¨
Ese fue el grito que me dirigió el General Menéndez, mientras una noche sin luna, en una de las trincheras de Sarrión me fumaba un Ideal. Septiembre del 38, y yo estaba a cargo de un nido de ametralladoras.
Ayer, setenta y un años después, me encontraba en la terraza de casa con todas las luces apagadas, disfrutando de uno de los mejores días del año, que son los primeros de otoño. Dentro, en el salón, permanecía encendido mi Macintosh, del que solo podía ver la manzana iluminada de la tapa.
La voz ronca de mi superior resonó como un trueno en mi cabeza, setenta y un años después. Pensamientos aleatorios que me ha dejado la guerra civil. ¿Puede ser que alguna noche, mientras escriba a oscuras, un francotirador apunte a dos palmos por encima de la fruta encendida?
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