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Basurde Xiao Long

Trip to Lijiang, lunes 22 de Septiembre: Lijiang – Garganta del Salto del Tigre – Halfway Guest House

Trip to Lijiang, lunes 22 de Septiembre: Lijiang – Garganta del Salto del Tigre – Halfway Guest House

Entre 7:30 y 8:30 desayunamos un maravilloso desayuno continental, y al autobús. Después de dos horas -100 Kilómetros- llegamos a Qiaotou, el pueblo donde comienza ¨la Garganta del Salto del Tigre¨. Pagamos ahí las entradas –es parque natural-, montó nuestro nuevo guía en el autobús, y en marcha.

Lo de los guías en China es una broma. En el aeropuerto de Hongqiao –Shanghai- nos encontramos con Minie, una chica majísima que se había encargado de organizar el viaje –comprar billetes de avión, alojamiento, autobuses, excursiones, comidas, etc. etc. etc.-. Una guía de la agencia de viajes con la que la escuela había programado esta excursión, a cargo de todo. Sin problemas. Pero al llegar a Lijiang, en el aeropuerto, se nos unió otro guía local, de la provincia, llamado Hong. Era naxi y un chaval simpático que nos contaba historias de la zona. El problema es que aparentemente tienes la obligación de contratar un guía local. Y por lo menos Hong se lo curraba. Pero ahora viene lo sangrante. Al entrar en la garganta, en Qiaotou, se nos subió otro notas al autobús, el guía local de la garganta, que también teníamos que tener. Como éramos dos autobuses, al final teníamos a Minie (la auténtica guía contratada), más dos guías de Yunnan, más dos guías locales de la garganta (uno por autobús). Y si eres un grupo aparentemente tienes que contratarlos. Buena estrategia del gobierno para dejarles dinero. Los guías de la garganta no hicieron ABSOLUTAMENTE NADA L CERO!

La Garganta del Salto del Tigre es una de las más profundas del mundo. Tiene 16 kilómetros de largo y unos vertiginosos 3.900 metros de altura desde las aguas del río Jinsha hasta las cumbres nevadas del Haba Shan. Recibe su nombre del tigre que supuestamente huyó de unos cazadores salvando el cañón de un salto en su punto más estrecho.

Comenzamos bajando al pie de unos rápidos, espectaculares. Le pregunté a Hong a ver si era ahí donde el tigre había pegado el supuesto salto, y me dijo que sí. Más tarde leí en Lonely Planet que ese no era el punto… qué fenómeno.

Poco a poco, con unas vistas espectaculares, empezamos a subir. Siendo 57 más los monitores decidimos hacer un par de grupos. El ¨fast and furious¨, encabezado por el profesor de Educación Física y conmigo en la cola, y el grupo, llamémosle, de las fotos, con el resto de profesores y alumnos. Todo fue bien hasta que empezaron las 24 curvas. No eran ni mucho menos las 21 revueltas de Alpe d´Huez, pero empezaron a hacer mella entre nuestros jovenzuelos. El grupo se rompió y yo tuve que quedarme con los que se iban quedando. Afortunadamente metí un montón de botellas de agua en la mochila, que con el calor que hizo ese día les vinieron muy bien a los que estaban ¨sufriendo¨ más. Insistimos en que se hidrataran, pero sin estar muy acostumbrados al monte cogieron una botella o dos de agua, y para arriba. Luego pasa lo que pasa. A uno de ellos, de grado 9, le tuve que llevar la mochila prácticamente toda la subida: ¨Disfruta del paisaje, chaval! ¨ le dije. Recibí un ¨Qué paisaje? No veo ningún paisaje, no veo nada!¨ como respuesta   J  Este coreano en el último kilómetro se recuperó, me tomó la mochila y arrancó solo para arriba, en busca de los demás. Yo me quedé con un par de alumnas. Llegamos a la meta media hora antes que él, pero no le adelantamos. El pobre tomó la ruta equivocada… menos mal que no se perdió.

La meta estaba en Halfway Lodge, un albergue precioso de maravillosas vistas en medio de la ruta. Los alumnos aprendieron a hacer dumplins, y luego nos los cenamos. Después de la cena, de 7 p.m. hasta las 10 p.m., toque de queda, los jóvenes castores tenían tiempo libre. Normalmente lo utilizaban para jugar a cartas o a videojuegos. Los profesores teníamos otro plan. Dejamos un retén de 3 profes y los otros tres nos fuimos con los guías a tomar una cerveza. No había ningún bar en la zona, así que cogimos una mesa, 5 sillas, y nos fuimos a unos 100 metros del albergue, en medio de un camino. Y allá, sin ninguna luz, con nuestras birras, el cielo estrellado era una maravilla. Se podía ver el manto blanco de la vía láctea.

Volvimos para el toque de queda, y a dormir.

Me sentí mal por los montañeros que allá se alojaban. Te imaginas por ejemplo ir allá con tu novia, con la idea de hacer un poco de monte y estar tranquilos, y que de repente entre al albergue una marabunta de 57 renacuajos? J

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