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Basurde Xiao Long

Libros: ¨La flaqueza del bolchevique¨ -Lorenzo Silva-

Libros: ¨La flaqueza del bolchevique¨ -Lorenzo Silva-

Antes de empezar esta novela cogí de la biblioteca ¨El juego de Ripper¨ (2014), de Isabel Allende. Me había leído de esta escritora otros libros, pero con este no he podido. En la página 119 (de 475), después de una semanita sin meterme en la historia he pensado que la vida es demasiado corta para pasar horas leyendo cosas que no disfrutas demasiado.

 

Así que he entrado en Amazon.es y he buscado cualquier novela de uno de mis autores de referencia, Lorenzo Silva. Me he descargado ¨La flaqueza del bolchevique¨, que trata de lo siguiente:

 

¨El protagonista y narrador de esta historia se empotra contra el descapotable de una irritante ejecutiva en lunes a las ocho de la mañana. Ciertamente, él se distrajo un poco, pero ella no tenía por qué frenar en seco ni, desde luego, escupirle todos los insultos del diccionario. Por ello, y para hacer soportables las tardes de aquel bochornoso verano, decide dedicarse " al acecho y aniquilación moral de Sonsoles". La flaqueza del bolchevique sería una novela absolutamente cómica si no fuera por el carácter inquietante que adquiere a medida que se complican las argucias del protagonista. Una historia a caballo entre la comedia, la intriga y el melodrama¨.

 

La novela empieza de forma potente. Hay comienzos de libros que se te quedan para siempre: ¨Sonó el teléfono y supo que la iban a matar¨, ¨El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana…¨. Las primeras frases de esta novela no te dejan indiferente:

 

¨Era lunes y como todos los lunes el alma me pesaba ahí mismo, abajo del saquito de los cojones. Una tarde pensé que el alma era una tercera bola que llevaba ahí colgando y que me servía tan poco como me servían las otras dos. Desde entonces cuando es lunes y el alma me pesa, cuando es otro día y el alma me pesa, hasta cuando no sé qué día es y el alma me pesa, siento ese bulto y esa carga debajo del todo, peleando con la tela elástica del slip.

 

Yo no fui siempre un tipo con el alma entre los cojones. Durante bastantes años ni siquiera decía palabrotas, y hasta utilicé durante otros muchos un vocabulario abundante y selecto. Ahora he decidido que la vida no merece arriba de quinientas palabras y que las más a propósito son palabrotas, pero no es que nunca haya pasado de aquí, sino que he llegado aquí. Muchos capullos se stascan donde yo estoy al poco de nacer y se quedan aquí para siempre. Yo he venido hasta aquí pasando por otros sitios antes, y algunos de ellos olían bastante mejor, aunque nunca duró demasiado. Puede parecer que más habría valido ser desde el principio uno de esos capullos que no ven mundo ni conocen otros sitios que huelen mejor. Y a mí me lo parece. Si toda mi vida hubiera sido un capullo ahora estaría contento, y no acordándome de que aquel día era lunes y el alma me pesaba encima del slip¨.

 

Aquí os dejo con otros extractos que me han llamado la atención:

 

¨Es increíble la cantidad de gente que ahora tiene las piernas largas, en un país de proverbiales paticortos. También es increíble la cantidad de rubias y de Licenciados en Ciencias Empresariales. Han tenido que echarnos en la comida algo que ha producido una ola de mutaciones genéticas, porque antes no éramos así. Uno de los recuerdos que guardo de mi familia es una fotografía de un puñado de soldados y suboficiales posando con cuatro mulas durante la campaña de África, allá por 1924. Uno de ellos es mi abuelo, a quién le tocó hacer allí la mili, o sea la guerra, que era lo que tocaba entonces, aunque nadie se hacía objetor de conciencia (la conciencia no es un artículo de primera necesidad, sino una veleidad de estómagos satisfechos). Si aquellos hombres renegridos y harapientos vieran a sus bisnietos bailando acid bajo un rayo láser, pensarían que estaban presenciando el fin de mundo. Y viceversa: en más de una ocasión, alguna mascachicles que pasó por mi apartamento para hacer lo único que se puede hacer con ellas se quedó mirando la foto y me preguntó que por qué tenía a todos esos turcos tan horribles allí puestos¨.

 

¨Ella estaba desorientada, y yo buceaba en su límpida mirada azul con un poco más de entusiasmo del que le convenía mostrar a un tipo de treinta y tantos años por una niña de quince en un banco de un parque público. Esquivó mis ojos y se abrazó a una de sus piernas. Esto no era un detalle sin importancia. Por aquellas piernas habría sido capaz de ir a que me sermoneara mi dentista argentino, de depositar mis residuos de vidrio en un contenedor al efecto e incluso de colgarme al cinto un teléfono móvil¨.

 

¨Salió corriendo, con la cabellera al aire, y yo me quedé devanando algo confuso sobre Dante y Beatriz y el cielo y el infierno y la jodida seguridad de que no habría mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la desgracia¨.

 

¨La noche de aquel día viernes desistí de los pasatiempos habituales y di en vaciar en casa una botella de Black Bush que había comprado en cualquier aeropuerto. El cuerpo me admitió la mitad: el resto lo escancié ceremoniosamente en el inodoro mientras mi reproductor de compactos arrojaba a todo volumen, para terminar de enrarecer mis relaciones con los vecinos, los graves acordes de esa fastua melodía que el mundo debe a Allison Moyet y que lleva por título la frase más redonda que nadie ha encontrado jamás para un título: Winter Kills¨.

 

¨En el momento actual, apabullada por los medios de comunicación, que ora dan el coñazo para que uno vaya a ver la película sobre ese cursi de Beethoven, ora beatifican a cualquier macarra anglosajón muerto por sobredosis, aunque no supiera cómo se cogía una guitarra, la gente no se atreve a decir lo que piensa de la música. Es jodido sostener que lo que hacía Mahler y lo que hace Mick Jagger sean la misma cosa, pero uno se da cuenta de que no se puede decir nada contra ninguno de los dos y la mayor parte de las personas dan en pensar que no tienen gusto y más les vale callarse o repetir lo que diga la tele o la prensa.

Reconozco que he padecido como cualquiera esa mordaza, y que alguna vez que he intentado sublevarme mi interlocutor me ha arrojado encima una tonelada de consignas oficiales y casi me he quedado sin argumentos. Digo casi porque siempre había uno, que me guardaba y ahora ya no me importa enseñar: la única música que vale es la que me emociona, y la música que me emociona es la música que a mí me sale de los cojones que me emocione¨.

 

¨El día que me echaron el guante, mientras me ponían las esposas y me leían mis derechos, la inspectora responsable de mi detención me observó con un odio y una satisfacción ue me hicieron recapacitar sbore el extraño hecho de que el Mal también anide en el generoso pecho de los buenos. Ya en el coche, la inspectora tradujo sus sentimientos a palabras:

-Mira que ese asiento tiene historia, pero dudo que haya tenido nunca encima una mierda como tú.

En cierto modo estaba de acuerdo con ella. Sin embargo, le afeé su saña:

-Como juzguéis a otros, así seréis juzgados, y la misma medida que apliquéis a otros, a vosotros se os aplicará. Mateo, capítulo 7, versículo 2.

-A mí eso me la suda. Soy atea.

-Una opción religiosa poco precavida, pero la respeto. ¿Y qué es lo que le suda, si no es indiscrección?

Según mi abogada, que da la impresión de ser una chica bastante meticulosa, aquélla fue una pregunta que muy bien podría haberme ahorrado¨.

 

Una novela que me ha gustado leer, y como no quiero sorpresas me acabo de descargar otro libro del mismo autor: ¨Noviembre sin violetas¨. Ya os contaré.

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