Libros: ¨Nos quieren muertos¨, de Javier Moro.

Dice así la contraportada:
¨El sacrificio de un hombre, la lucha de una familia, la conciencia de un país.
En 2014, tras liderar las mayores manifestaciones de protesta en la historia de Venezuela contra el régimen de Nicolás Maduro, el joven político Leopoldo López se vio enfrentado a la decisión más difícil de su vida: o abandonaba el país y seguía la lucha desde el extranjero, o permanecía en Caracas hasta que lo detuvieran. Debía elegir entre la libertad o la cárcel. Decidió sacrificar su vida familiar y confortable -y entregarse-. Al hacer lo que nadie esperaba, se convirtió en héroe.
Escrita con vigoroso pulso narrativo, Javier Moro nos cuenta la historia de un padre de familia que de la noche a la mañana se encuentra en una celda por un crimen que no cometió, de una madre que se ve obligada a maquillar la realidad antes sus hijos al tiempo que clama en la ONU y en la Casa Blanca por la liberación de su marido, de unos padres que no se resignan a que su hijo pierda la vida entre rejas. Y de cómo, poco a poco, el mundo fue conociendo la verdad sobre lo que realmente sucede en Venezuela¨.
Sobre el autor:
¨Javier Moro es uno de los autores más queridos por los lectores y mejor valorado por la crítica del panorama literario en español. Periodista y escritor, entre sus libros destacan Senderos de libertad (1992), El pie de Jaipur (1995), Las montañas de Buda (1997), Era medianoche en Bhopal (2001), en colaboración con Dominique Lapierre, Pasión india (2005), El sari rojo (2008), El imperio eres tú (Premio Planeta 2011), A flor de piel (2015), Mi pecado (Premio Primavera 2018), A prueba de fuego (2020) y Nos quieren muertos (2023)¨.
Extraigo aquí algunos párrafos que me han llamado la atención:
¨El vehículo dio la vuelta por el barrio de El Rosal, la antigua zona financiera de Caracas, y cuando parecía que ya circulaba con algo de desahogo, surgieron un centenar de motorizados, como si todas las motos de Caracas hubieran venido a sabotear la entrega. Eran simpatizantes que querían liberar a uno de los suyos, aficionado como ellos a las motos¨.
Este aficionado a las motos del que hablan es Leopoldo López.
Aquí narra su primer día en la cárcel, después de entregarse:
¨Un guardia cerró la puerta, que era una pesada reja de hierro con refuerzo de barrotes y una plancha con un pasador grueso de acero. ¡Clan! El ruido del cerrojo marcaba el final del último episodio de ese día tan intenso. Leopoldo estaba exhausto, había empezado el día despertándose a las tres de la madrugada y a las cuatro estaba en el maletero de un coche en dirección a Caracas. Eran las once de la noche. Se quedó oyendo a lo lejos los pasos de los carceleros alejándose. Abrían una reja, luego otra, y así hasta cuatro veces. Cada candado que se cerraba le separaba del mundo de los hombres.
Se quedó solo, tiritando. Hacía mucho frío. Leopoldo miró hacia arriba, vio una ventana a cuatro metros de altura, que estaba cerrada con planchas de latón que quitaban toda la luz natural a la celda. Pensó que en esa zona de Caracas, a mil cuatrocientos metros sobre el nivel del mar, estaba especialmente expuesta al relente de la noche. Se envolvió en la sábana.
La celda medía unos tres metros por dos, y contaba con un pequeño espacio adjunto con un inodoro y un caño del que salía un chorrito de agua. Todo mal instalado y medio roto. Las paredes estaban sucias y el suelo, reventado. Se sentó en el camastro militar cubierto de un colchón muy delgado manchado de lamparones. Era el único mueble, aparte de la mesita desvencijada.
Poco a poco, fue dejándose invadir por el silencio. Un silencio que lo recubría todo como un manto espeso y que contrastaba con el ruido y la intensidad de los últimos días. Repasó mentalmente lo que había acontecido en esa semana aciaga: los allanamientos, la persecución y la presentación ante eso que llamaban justicia. Lo que le estaba ocurriendo no era ninguna sorpresa: estaba donde estaba por voluntad propia, «No es que me hubieran agarrado». Convencido de haber tomado la decisión correcta, la de enfrentar en todos los terrenos, y en especial en el moral, a la dictadura, era muy consciente de que estaba en el principio de una nueva etapa en su vida, y que sería larga.
Ese silencio le sirvió para asumir que su campo de batalla ya no era la calle, ya no era la gente, ya no era la arenga, ya no eran los discursos: era su cabeza. Y ese campo era más peligroso que la calle, por ser más vulnerable y delicado. Sabía que, si perdía el control sobre su mente, sería muy difícil sobrevivir. Esa noche -la más larga de su vida, como recordaría-, pensó que toda su existencia anterior no había sido más que un entrenamiento para esta prueba. El recuerdo de sus antepasados, más en concreto de su bisabuelo y de su abuelo, todo lo que había leído sobre personas que habían estado encarceladas por defender sus principios -Mandela, Gandhi, Van Thuan, testimonios de presos políticos venezolanos- le ayudaba a no sentir tristeza ni piedad por sí mismo ni rabia por la injusticia de la que era víctima. Le ayudaba a resistir y le daba la clave para conseguirlo: aferrarse a una rutina para mantenerse fuerte intelectual, espiritual y físicamente. Sus estudios de filosofía, sus lecturas de biografías de políticos, líderes y santos le habían enseñado que todos los días debía atender esas tres dimensiones de la persona, y que esa disciplina sería la herramienta más valiosa para resistir y vencer. Porque si un día no cuidaba con rigor su cuerpo, su intelecto y su espíritu, abriría la puerta a no hacerlo al día siguiente, y si no lo atendía dos días seguidos, abriría la puerta a que pasase una semana… y así hasta acabar en una peligrosa deriva. Sabía que la disciplina le haría indestructible.
Agarró la cruz de madera que esa mañana Lilian le había colocado en lo alto de la estatua de José Martí y rezó, como lo venía haciendo desde que era pequeño todas las noches de su vida. Dio las gracias al Señor por el privilegio de ponerle en la tesitura de vivir la injusticia como la vivía la gente más común y, sobre todo, por colocarle en sintonía con su propósito, porque, para él, esa satisfacción profunda daba sentido a su vida y le proporcionaba una sensación de auténtica dicha. Así, pensando que estaba donde tenía que estar, acabó durmiéndose¨.
Ya encarcelado, su mujer va visitando distintos lugares explicando la situación de Venezuela y de los presos políticos. En el Vaticano no le hacían mucho caso:
¨Buscó su camino de vuelta, sola en medio de la magnificencia vaticana, preguntándose si las críticas de las que había sido objeto el papa por evitar condenar durante tanto tiempo las violaciones a los derechos humanos en Venezuela no estaban bien fundadas. La invadió una sensación de desamparo que hizo que, por primera vez en su vida, sintiese que se resquebrajaba su fe católica. Esa no era la Iglesia que le habían enseñado a amar, la Iglesia de Jesús de la que tanto le hablaba Leopoldo porque le ayudaba a sobrevivir en la cárcel, esa Iglesia era un complejo burocrático-político que se movía por otros preceptos, por ideas distintas de la fe que le había sido inculcada. ¿No era la función del papa poner luz sobre el problema moral que ocurría en Venezuela? Se acordó de su marido, que decía sentirse frustrado por la equidistancia que mostraba Francisco respecto al conflicto venezolano desde que dijo que el Vaticano mantenía una actitud de «neutralidad positiva». Esas palabras, que colocaban a la oposición como igualmente responsable de los males del país, le había indignado: «No había equidistancia, estaba el mal y estaba el bien, y la función del papa debía ser arrojar luz sobre el problema moral del país», decía Leopoldo. Pero Francisco no lo hacía¨.
Me ha hecho gracia esta anécdota. Estando de presidente del gobierno Mariano Rajoy la mujer de Leopoldo, Lilian Tintori, quiso ser recibida para dar a conocer el problema de Venezuela. Que fuera recibida por el presidente del gobierno español la mujer de un líder de la oposición encarcelado por Venezuela podía causar un problema diplomático:
¨Mariano Rajoy, a punto de regresar de Panamá, estaba reunido en el hall del hotel Intercontinental con sus asesores, el ministro de Asuntos Exteriores y demás personal diplomático, cuando el tema salió a colación.
-Ten cuidado, porque si la recibes, se va a montar la de Dios -le dijo un asesor.
-Maduro se te va a echar al cuello de nuevo y vamos a tener problemas.
-… Como siempre -interrumpió otro.
Se oyó la voz del ministro de Asuntos Exteriores:
-Ojo, que tenemos muchas empresas allí.
Hubo consenso en que no se debía recibir a Lilian Tintori. Por prudencia, por simple cálculo diplomático: había mucho que perder y poco que ganar.
Pero Rajoy no estaba de acuerdo.
-A ver…, yo a ese Maduro no lo conozco de nada, nunca le he saludado ni hablado con él. Es que ni me lo he cruzado por un pasillo, y mira que es difícil. Y resulta que ese cabrón está todo el día insultándome, día sí y otro también. ¿Sabéis qué os digo? -prosiguió Rajoy, con su manera deslenguada de hablar-. Que estoy hasta los cojones de ese tipo, hasta los mismísimos huevos, así que voy a recibir a esa señora, solo faltaría, hombre. Con lo que están pasando, es lo mínimo que puedo hacer¨.
Aquí habla Leopoldo sobre una huelga de hambre que llevó a cabo:
«Para mí la huelga fue un ejercicio mental brutal -recordaría-. Siempre lo asumí como si estuviera escalando una montaña. Nadie puede decirte que la estás pasando bien cuando estás subiendo una de esas montañas de cinco mil, seis mil o siete mil metros de altura. Se pasa terrible. Se pasa hambre, frío, incertidumbre, no se respira bien… Aguantas por el trayecto y por llegar a la cumbre. Pero lo asumí como un desafío espiritual que viví de manera muy intensa. No en vano, todas las religiones plantean el ayuno como una herramienta. No se puede decir que estuviera feliz, pero sí estaba sereno porque lo que hacía tenía sentido, mi propósito era muy claro, estaba muy marcado».
¨Él se sentía culpable del sufrimiento que la decisión de entregarse le había causado a ella, a toda la familia. No se sacrificaba la felicidad de los seres queridos en nombre de un ideal más alto sin que la cuestión, a la que le daba vueltas durante tantas horas de soledad, no le mortificase. Comprendía que eran decisiones difíciles de entender por los demás, porque los resultados no se verían hasta dentro de mucho tiempo. «Hay victorias cuya gloria reside en el hecho de que solo son conocidas por los que las ganan» , había escrito Mandela. En la cárcel el consuelo estaba en ser fiel a sí mismo, a sus propios ideales, aunque nadie se enterase¨.
¨¿No dijo Nietzsche que la grandeza de un hombre se medía por su capacidad para aguantar la soledad?¨.
¨Guaidó apareció tocado de una gorra de los Tiburones de La Guaira, su equipo de béisbol. Leopoldo le previno sobre lo que le esperaba.
-Mira, Juan, te va a cambiar la vida en cuatro días. Te va a empezar a sonar el teléfono, aparecerán los primos que no conocías, surgirán compañeros de colegio que ya no recuerdas, estarás en los noticieros, tendrás apoyo popular, pero esa es la parte fácil… Va a ser como caminar en una pasarela repartiendo besitos. -Guaidó se reía, entre nervioso y ansioso-. Pero después, coño… Te pido que no se te olvide: te vas a caer, se te va a ir la popularidad, el teléfono dejará de sonar, desaparecerán los primos y quienes te apoyaban te van a dar la espalda, y eso va a pasar. Lo que te pido es que, desde el primer día, cada vez que tú veas la euforia en la calle, sepas que llegarán momentos difíciles. Que no cambies, hermano, hay que ser el mismo cuando se está arriba o se está abajo; si te mantienes, vas a poder transitar por lo que te toca; si no, te quebrarás a las primeras de cambio y te volverás loco¨.
¨Era domingo por la mañana, y tuvo la sensación de aterrizar en otro planeta. La inmensa terminal T4 del aeropuerto de Madrid estaba vacía a causa de la pandemia, sumida en un silencio inquietante. «Me sentía como un pajarito en grama, desprotegido, desconcertado», recordaría Leo¨.
Este párrafo anterior me ha llamado la atención por dos razones:
-No conocía la palabra grama, no sabía si era un error tipográfico y quería decir ¨pajarito en rama¨. Pero no, grama se refiere tanto a césped como a una planta.
-Leopoldo llegó a España durante la pandemia y vivió una sensación parecida a la que experimenté yo el 10 de abril de 2020 cuando aterricé en Barajas procedente de Angola, en medio de la pandemia del Covid. Mirad como estaba la T4, completamente vacía (video 27¨).
Sobre el reencuentro con su mujer en Madrid:
¨Lilian bajó a abrirle, el corazón al galope, la cabeza llena de preguntas: «… Y mariposas en el estómago, estaba muy enamorada y a la vez inquieta por retomar nuestra vida conyugal en un entorno tan distinto». Se echaron en brazos el uno del otro. «Con ese abrazo cerraba una etapa», diría Lilian. El anterior se lo dio cuando le cambiaron a casa por cárcel y apareció en el portón de su domicilio. Para eso servían los abrazos, para cerrar capítulos de la vida, pensaba ella¨.
En Madrid Leopoldo se reunión con Pedro Sanchez, quien le hizo la siguiente pregunta:
¨ -¿Por qué Maduro está en el poder?
-Es la pregunta que me hace todo el mundo, presidente… -Se llevó la mano a la barbilla y al cabo de unos segundos, prosiguió-: Hay muchas maneras de responder: porque tiene acceso a recursos naturales, porque cuanta con el apoyo de los militares, porque la oposición está dividida… Pero, desde mi punto de vista, en última instancia, Maduro sigue en el poder por el apoyo que recibe de Rusia en el ámbito militar; de China, en el financiero; de Irán, en el energético; de Cuba, en la seguridad y de Turquía, en la minería y el tráfico de oro.- Luego añadió-: En realidad, presidente, Maduro es parte de un engranaje mundial, mucho más grande que el propio Maduro¨.
Venezuela es tema en muchos informativos en España, pero nunca había profundizado demasiado en la situación. Este libro me ha abierto los ojos. Aparte de Rajoy y Pedro Sánchez también aparecen menciones a Felipe González y a Zapatero, y de otros políticos influyentes como Pepe Mújica, ex presidente de Uruguay que se encuentra en la recta final de su vida.
Al final del libro te encuentras con códigos QR que te llevan a videos de discursos y capítulos importantes en la vida de Leopoldo López.
Una novela muy interesante, me ha gustado y he aprendido bastante sobre cómo anda el tema por allá.
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